Despedida de Gabriel Masfurroll
¿És l¿hora dels adeus¿
Palabras del Sr. Gabriel Masfurroll Lacambra
Presidente del Consejo Social de la UAB desde mayo de 2014 hasta diciembre de 2022
Cumplido mi segundo mandato de cuatro años como presidente del Consejo Social de la UAB, acaba mi andadura en este cargo, pues la ley lo dicta así. Aún recuerdo cómo, a finales del año 2013, el entonces rector Dr. Ferran Sancho y, muy especialmente, la Vicerrectora de Economía y Organización, Dra. Montserrat Farell, contactaron conmigo para sondearme sobre si podía estar interesado en asumir la presidencia del Consejo de la UAB.
Fueron semanas de intensas conversaciones para entender qué era el Consejo Social, sus funciones, responsabilidades y porqué yo. Una vez fui capaz de asimilarlo, de entender de qué se trataba y cuál era el objetivo que se pretendía con la renovación del Consejo, y tras arduas negociaciones con el Gobierno de la Generalitat de Catalunya — entonces presidido por el Honorable presidente Artur Mas y con el Consejero Mas Colell como responsable del departamento competente en materia de universidades —, fui nombrado presidente del Consejo Social de la Universitat Autónoma de Barcelona el 29 de abril del año 2014.
Aquellos también eran tiempos turbulentos. El mundo en general, pero especialmente los países occidentales, trataba de salir de la gravísima crisis económica del 2008, iniciada con la caída de Lehman Brothers y todo lo que ello conllevó. Si a esto le añadimos la crisis política y social vivida en Catalunya en el 2017, la gravísima pandemia mundial de la Covid en 2020 y el grave ciberataque sufrido por la UAB en el año 2021, puedo afirmar sin rubor que estos años han sido una navegación sobre aguas turbulentas, aunque quiero resaltar que hemos sido resilientes, hemos unido esfuerzos, hemos tratado de ser creativos ante las adversidades y, sobre todo, hemos ejercido la gestión del sentido común.
Cuando en el año 2014 me incorporé en el Consejo Social, me encontré con un Consejo enfrentado con el equipo de gobierno, estresado y marginado de su universidad y en una situación de ser considerado casi como un órgano ajeno a todas las estructuras de la UAB, tildado de confiscatorio y arrinconado e invisibilizado. Eran tiempos difíciles y las posturas muy encontradas. Había que darle la vuelta al calcetín.
Mi primera misión fue tratar de conocer lo mejor posible la Universidad y pisar el terreno para conocer el campus, las instalaciones y las personas. Escuchar todas las opiniones e intereses y tratar de entender las necesidades de la casa, así como el porqué de los resquemores y averiguar quién era quién y sus inquietudes. No fue fácil descifrar todo aquello y, aún pasados estos ocho años, pienso que muchas cosas me habrán quedado, seguramente, en el tintero.
La UAB es una universidad distinta y especial, con un campus propio que le confiere una personalidad única en España. De hecho, fue la primera universidad en este país con el sello de Campus de Excelencia Internacional. Pero si bien el campus contribuye de manera importante al atractivo y singularidad de nuestra universidad, a su vez, la ha condenado a un “via crucis” en sus más de cincuenta años de historia, por tener ésta que autofinanciarse lo que denominamos sus “Gastos de ciudad”. Me explico: la UAB debe descontar alrededor de 5 millones de euros del presupuesto anual que se le asigna, para costear el asfaltado, el alumbrado, la movilidad, el alcantarillado, las señalizaciones de tráfico, el mantenimiento y muchos otros conceptos que en todas las otras universidades son cubiertos por las administraciones correspondientes. La cifra no es baladí y además es recurrente de cada año y la cuestión es especialmente importante si tomamos en consideración que personas ajenas a la comunidad universitaria también se benefician del lugar de paso que puede suponer un campus universitario.
Desde nuestro inicio al frente de Consejo Social este tema ha sido, entre otros, una de nuestras prioridades. Pero a pesar de arduas negociaciones, reclamaciones y todo tipo de acciones y gestiones ante las distintas administraciones, no hemos sido capaces de conseguir que ninguna se hiciera cargo de esta importantísima parte de nuestro presupuesto, la cual podríamos — y deberíamos — destinar al verdadero objetivo de la universidad, que es la docencia, la investigación y la transferencia de conocimiento, así como al mantenimiento de infraestructuras y a la realización de mejoras. Hasta el día de hoy, el esfuerzo ha sido infructuoso, pero no tiramos la toalla. Siento una cierta tristeza por tener que decir que hemos suspendido esta asignatura, aunque espero que llegue el momento en el que la lógica impere y estos costes sean cubiertos por quienes deben asumirlos. La otra solución — y esta es mucho más atrevida —, sería convertir la UAB en un nuevo municipio y ahí lo dejo. Más de 50 mil personas circulan y conviven diariamente en el campus de la UAB y la verdad es que somos y funcionamos como una pequeña ciudad.
Desde el Consejo Social también hemos entendido la importancia y prioridad de una modernización de la gobernanza universitaria, la cual, en mi opinión, sigue siendo anticuada y decimonónica, mientras que las universidades tienen que operar e innovar en tiempos modernos y con cambios constantes. Pero este reto, de gran complejidad, también ha quedado como asignatura pendiente, tal como lo ha sido para presidencias anteriores del Consejo Social.
Mi segundo paso fue renovar parte de las personas que componían el Consejo. Por un lado, para dar más frescura e ideas nuevas. También para reducir fricciones con el equipo de gobierno y huir de una situación que perjudicaba a la UAB. A partir de ahí, nos trazamos unos objetivos importantes, los cuales queríamos alcanzar en nuestros primeros cuatro años de mandato.
Desde entonces, creo que hemos conseguido transformar el Consejo Social en un órgano de gobierno que no sólo fiscaliza y da la aprobación final a temas muy relevantes de la Universidad, sino que también vela por la correcta aplicación de los recursos públicos en la Universidad. Pero a todo ello hemos añadido, de “motu proprio”, muchas actividades y proyectos que están sirviendo para ayudar y apoyar la sostenibilidad, el progreso y el crecimiento de la UAB, siempre de la mano del equipo de gobierno.
Uno de los aspectos destacados que hemos querido potenciar en estos años ha sido la colaboración con la sociedad civil en todos los ámbitos. Es una responsabilidad del mundo académico estar atento a las necesidades y demandas de la sociedad que lo financia y dar respuesta a ambas, para avanzar de forma conjunta hacia y para el progreso. Hemos trabajado bajo esta consideración y entre otras muchas acciones, cabe recalcar la contribución del Consejo Social en la creación y puesta en marcha del Hub B30, que aglutina y pretende unir el mundo académico, institucional y empresarial del territorio para convertirlo en líder y tractor del conocimiento empresarial del país. La colaboración público-privada es esencial, pues permite optimizar la empleabilidad de los alumnos y establecer alianzas y todo tipo de colaboraciones que añadan valor, tanto a la UAB como a las instituciones con la que ella está relacionada y que denominamos “Esfera UAB”. Hemos entendido que no somos los únicos en innovar e investigar y, por ello, nuestro objetivo es aunar esfuerzos y valores con nuestro entorno para sumar, tanto de ida como de vuelta. Es decir, no sólo transfiriendo el conocimiento de la UAB, sino también asumiendo el conocimiento que otras instituciones y empresas pueden aportar a la Universidad. Sin duda, esto demanda generosidad y respeto de todas las partes, además de apoyo de las distintas administraciones.
Un magnífico ejemplo de todo ello es la reciente noticia de la potenciación del proyecto Sincrotrón en el Parc del Alba, al otro lado de la B30, donde tenemos un área de expansión y crecimiento extraordinario. El emplazamiento del Sincrotrón hace ya algunos años fue la palanca que ahora, con la aprobación de una fuerte renovación y mejora de la instalación — con una inversión de 120 millones de euros en 10 años —, nos permitirá cerrar el círculo y conseguir que la esfera del conocimiento de la zona sea una de las más potentes de Europa. Esto está favoreciendo la instalación de empresas que se interrelacionarán con este entorno del conocimiento. Ojalá podamos acabar concretando todo ello en el proyecto ASTIP (ALBA Science, Technology and Innovation Park), cuyo objetivo es crear un gran polo de investigación avanzada en el ámbito de los materiales y tecnologías y en el de las imágenes biológicas a multiescala, además de constituir un hub de innovación para estrechar la relación entre la investigación básica y las empresas, estando basado todo el proyecto en una fuerte colaboración público-privada.
La universidad del presente debe amoldarse a los nuevos tiempos, abrir más su mirada al entorno e integrarse mucho más en la sociedad con la que convive y la financia y a la que sirve y necesita. Adicionalmente, es y debe ser un centro de equidad, solidaridad y búsqueda de talento, en especial para aquellas personas que no disponen de recursos para afrontar una formación académica deseada. De hecho, la solidaridad es una misión que la UAB desarrolla desde hace años a través de la Fundació Autònoma Solidària, la cual permite realizar muchísimas acciones de apoyo a personas e instituciones que albergan necesidades importantes y que luego se convierten en oportunidades sociales relevantes.
Queda mucho por hacer — siempre queda mucho por hacer —, pero mi etapa ha terminado y me voy con la satisfacción y el orgullo de haber aportado mi granito de arena. Ello no habría sido posible sin la ayuda de un pequeño pero gran equipo a mi lado, con Sònia Hernández, secretaria ejecutiva del Consejo Social, Concepció Ibáñez y Lidia Querol.
La incorporación e integración en los primeros meses no fue fácil, pero nos acoplamos perfectamente y, sinceramente, creo que hemos cambiado la faz, percepción y reputación del Consejo Social, lo cual, por ende, ha beneficiado y beneficia a la UAB — y seguro que la beneficia más en el futuro —, pese que aún quede mucho por hacer. Porque uno de los retos es que el Consejo Social se conozca mucho más, puesto que aún es un gran desconocido, pero muy relevante para la universidad y el sistema universitario. Cuanto más se conozca, más se contará con él y más valor podrá aportar.
En esta “hora dels adeus“, quiero expresar mi agradecimiento a los tres rectores con los que he convivido, los tres muy distintos — Dr. Sancho, Dra. Arboix y Dr. Lafuente —, y a sus respectivos equipos, puesto que con todos ellos, en momentos y circunstancias distintas, hemos conseguido recuperar no sólo la buena relación, sino también el respeto y la capacidad conjunta de potenciar la gestión y administración de la Universidad, algo que tiene mucho más mérito, pues los tiempos que nos han tocado vivir no han sido fáciles y me temo que no se avecinan de mejores.
También mi agradecimiento a los equipos gerenciales de la UAB, muy en especial a Jaume Tintoré. He comprobado personalmente su enorme capacidad de gestionar en un entorno altamente complejo y nada fácil. Mi reconocimiento también al equipo de la Secretaría Técnica del Consejo Social, que me ha acompañado durante estos 8 años con enorme profesionalidad y dedicación. Y por último, mis mejores deseos a Tania Nadal, nueva presidenta del Consejo Social, así como mi agradecimiento por su magnífica labor en estos ocho años a mi lado como vicepresidenta de este órgano. Estoy convencido que hará un magnífico trabajo junto con el resto de los miembros del Consejo Social, a quienes agradezco muy sinceramente su colaboración, apoyo y trabajo ímprobo, sacando horas de donde no las había para poder estar presentes de forma activa en la vida de la UAB.
Para finalizar y ser coherente, quiero dejar constancia de lo mucho que he aprendido durante estos años. Soy curioso por naturaleza y he podido comprobar en primera persona el enorme talento y conocimiento que la UAB ha generado en sus más de 50 años de historia. Por ello, no puedo despedirme sin agradecer la confianza que se depositó en mí — y el honor que ello ha representado —, así como la enorme mochila de experiencia y sabiduría que la UAB me ha dotado en todos los sentidos y ámbitos. Ha sido la transferencia que he recibido y que me llevo con orgullo. Siento que he añadido algo a mi bagaje vital y que me he convertido en una mejor persona y profesional. Gracias, UAB. A partir de ahora me convierto en un UABer más. Salud y suerte para tod@s.
16 de enero de 2023