La estética de la naturaleza, la disciplina que estudia cómo apreciamos la belleza de un paisaje, un animal, una planta o incluso el firmamento, fue expulsada de la filosofía académica a principios del siglo XIX por Hegel, quien consideró que la estética debía limitarse a estudiar el arte que, al ser una creación humana, era superior a la belleza natural. Durante los años 60 del siglo XX y con el surgimiento de la conciencia ecologista, reapareció la sensibilidad por esta disciplina, que fue introducida de nuevo en la academia, de forma independiente, por dos autores, el alemán Theodor W. Adorno y el británico Ronald Hepburn. Esta investigación es un estudio comparativo de los que fueron los dos artículos fundacionales de esta nueva etapa de la disciplina, y una reivindicación de la necesidad de diálogo entre las tradiciones británica y germánica. La estética de la naturaleza defiende que una mayor conciencia de la belleza del mundo natural nos dará motivos para protegerlo.
“Rehabilitating the Aesthetics of Nature: Hepburn and Adorno”, Marta Tafalla, Environmental Ethics, The University of North Texas, vol. 33, pp. 45-56, 2011.
A finales de los años 60, dos filósofos que no se conocían entre sí, que procedían de diferentes tradiciones filosóficas y escribían en lenguas distintas, publicaron casi al mismo tiempo dos textos muy similares que defendían una misma idea: la necesidad de recuperar la estética de la naturaleza, una disciplina que había sido abandonada por la filosofía académica.
La estética es una disciplina filosófica que estudia cómo la percepción de la realidad a través de los sentidos da lugar a la apreciación de la belleza y la fealdad. Cuando la teoría estética moderna surgió en el siglo XVIII, gracias a autores como Shaftesbury, Burke, Hume o Kant, esta disciplina abordaba todos los ámbitos de la vida, y analizaba cómo apreciamos la belleza de la naturaleza, de los paisajes o las plantas, de las creaciones humanas como el arte o la artesanía, e incluso del propio cuerpo humano.
Sin embargo, a comienzos del XIX, Hegel defendió que la estética debería consagrarse al estudio del arte, que al ser creación del ser humano era superior a la belleza natural. La propuesta de Hegel fue secundada y, con unas pocas excepciones, durante el siglo XIX y buena parte del XX, la estética se redujo a filosofía del arte, y la mayoría de los expertos se olvidaron de la belleza natural y los otros ámbitos de estudio, una realidad que todavía pesa en la investigación y la enseñanza de la estética.
En los años 60, diferentes factores propiciaron la toma de conciencia de que la propuesta de Hegel había sido un error. Por una parte, al haberse concentrado en tan sólo uno de sus posibles objetos de estudio, la estética sólo podía ofrecer conclusiones parciales y limitadas. Y por otra parte, una nueva concepción de la naturaleza debida a la crisis ecológica reclamaba estudiar cómo percibimos la belleza de paisajes, plantas y animales, y emplear la belleza natural como un argumento en la lucha contra la extinción de especies o la contaminación.
Fue en ese momento cuando Ronald Hepburn, profesor de la Universidad de Edimburgo, publicó un artículo cuyo título ya expresaba su reivindicación: “Contemporary Aesthetics and the Neglect of Natural Beauty”, que apareció en 1966. Sin haberlo leído, Theodor W. Adorno, uno de los pensadores alemanes más importantes del siglo XX, estaba escribiendo un texto similar. Apareció como un capítulo titulado “Naturschöne” en su libro Ästhetische Theorie. Desgraciadamente, el libro fue publicado de manera póstuma en 1970, y Adorno y Hepburn nunca llegaron a conocerse.
Ambos textos generaron una amplia respuesta, y hoy se los considera los dos textos fundacionales de la ya rehabilitada estética de la naturaleza. Tanto en lengua inglesa como alemana, un nutrido grupo de filósofos estudian, en colaboración con expertos en ecología, geografía e incluso ingeniería, la apreciación estética de entornos naturales, y defienden que una mayor conciencia de la belleza del mundo natural nos dará buenas razones para protegerlo.
Lo único que cabe lamentar es el escaso diálogo existente entre la tradición analítica en lengua inglesa y la tradición continental alemana, separadas por la lengua y por una concepción distinta de la investigación filosófica. El artículo aquí reseñado analiza ambos textos fundacionales, muestra sus profundas similitudes, reivindica un diálogo entre ambas tradiciones, y hace balance de lo logrado en las pocas décadas de historia de esta disciplina por fin recuperada.
2024 Universitat Autònoma de Barcelona
B.11870-2012 ISSN: 2014-6388