Alexandra Usó: «Hay centros acogiendo alumnado afectado por la dana sin los espacios ni el profesorado necesarios»
La UAB ha donado 11.226 € para la compra de material escolar a 35 escuelas afectadas por la dana gracias a una campaña de donaciones entre la comunidad universitaria. El rector, Javier Lafuente, recibió a Alexandra Usó, presidenta de la entidad cívica Escola Valenciana, en un encuentro que tuvo lugar el 25 de febrero y al que asistieron también la secretaria general de la UAB, Esther Zapater, y el director de la Fundación Autónoma Solidaria (FAS), Jordi Prat.

¿Cómo afectó la dana al sistema educativo de la Comunidad Valenciana?
Fue un desastre en lo que respecta a las infraestructuras y por la respuesta de la Consejería de Educación, Cultura, Universidades y Ocupación. Ahora se ha podido alcanzar un cierto nivel de normalidad gracias a las comunidades educativas, es decir, gracias a las familias (hay quien se puso a limpiar antes el centro educativo de sus hijos que su casa) y al profesorado. Pero el alumnado y el profesorado necesitan apoyo psicológico, y este apoyo ha sido muy escaso porque se ha proporcionado a partir de los orientadores de los centros educativos cuando haría falta un refuerzo mucho mayor.
¿Y cómo está afectando al desarrollo del curso?
Empecemos por los mayores: los de segundo de bachillerato reanudaron las clases a finales de enero y, en algunos casos, en horario nocturno en centros que no eran los suyos y que deben atender a su propio alumnado en horario convencional. Después, está el tema de las prácticas de formación profesional, porque en la zona devastada por la dana (Horta Sud y Ribera Alta) hay muchas empresas donde hace prácticas este alumnado. En cuanto al alumnado de ESO y primaria, no se ha garantizado que los centros que están acogiendo a las personas afectadas tengan las condiciones necesarias de espacios y profesorado. Algunos, en la hora del comedor, están utilizando los pasillos porque en el comedor no cabe todo el mundo. Estamos buscando la normalidad, pero con muchas dificultades.
Comentaba usted que habrá una generación de estudiantes marcada por dos acontecimientos: la pandemia de covid-19 y la dana.
Han vivido dos momentos muy críticos que dejan una impronta de miedos. El terror se ha quedado en su ADN. Quizás la tendencia individualista de la sociedad actual se acentuará en ellos o tal vez sea todo lo contrario, porque han vivido también momentos de mucha solidaridad.
¿En qué está fallando la respuesta de la Generalitat Valenciana?
La respuesta del gobierno de Carlos Mazón es deficitaria a todos los niveles. En lugar de tener un presidente preocupado o, al menos, capaz de disculparse por no haber estado donde se le necesitaba, tenemos a un presidente a quien solo le importa lo que hace o deja de hacer Madrid. La gente de la zona afectada sabe que el gobierno Mazón es responsable de lo que ocurrió ese día. Y, en cuanto a la respuesta a partir del día 29, también es responsabilidad del gobierno central. Tardaron mucho en entrar los bomberos y los militares. La ciudadanía se sintió muy sola. Hasta hace unas semanas, algunas zonas del Parc Alcosa aún no tenían corriente eléctrica. Por mucho que lo hayas visto en televisión, hasta que no estás ahí, no te imaginas cómo es.
¿Cuál ha sido la respuesta social?
Escola Valenciana forma parte del movimiento social que ha ido convocando manifestaciones. Ahora se ha logrado que haya una asociación de víctimas y la apoyamos. La sociedad valenciana, como la catalana, está formada por gente resiliente y solidaria. Ahí estaremos. Ante las injusticias, crecemos, somos empáticos; al contrario que el gobierno de Mazón.
Más allá de la dana, ¿cuál es el papel de Escola Valenciana?
Es una sociedad cívica que nació en 1983, cuando se aprobó la Ley de uso y enseñanza del valenciano y las familias y los docentes nos organizamos para que se aplicara el curso siguiente. Empezaron entonces los tres modelos de líneas: un modelo era con una asignatura de valenciano y el resto de la enseñanza en castellano; otro era con una asignatura en castellano y el resto del programa en valenciano, y un tercero que era progresivo. Estos tres programas estuvieron en marcha hasta 2017, cuando entró el gobierno tripartito con el Acuerdo del Botánico y se intentó hacer una ley que garantizara que, cuando el alumnado termina la educación obligatoria, tenga competencias en las dos lenguas oficiales. La escuela concertada y la privada se pusieron en pie de guerra contra la ley. La llevaron a la sala cuarta del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, que se caracteriza por capar todo lo que le llega relacionado con la lengua. El texto salió tan recortado que nos quedamos con un 25 % de docencia en valenciano.
¿Qué ocurrió después?
Cuando entró el gobierno de Mazón, se consideró que la ley era una imposición del catalán en las aulas. Nada más lejos de la realidad, pero el fantasma del catalanismo siempre le ha funcionado muy bien a la derecha del País Valencià. Han creado una ley llamada de libertad educativa que indica que las familias tienen derecho a elegir la lengua vehicular de sus hijos. Esto no es problemático en la escuela privada y concertada, pero supone muchos problemas para el sistema público. Con el sistema de líneas, al terminar la matrícula, veías cuánto profesorado te hacía falta en cada ámbito. Ahora no tendremos eso. Por ejemplo, le hemos pedido al consejero que especifique qué pasará si tienes dos grupos de 25 alumnos cada uno y 37 familias eligen la misma lengua. ¿Se harán tres grupos? No. Habrá un grupo de la lengua A y todos los demás formarán un grupo mixto. Si la lengua A es el castellano, el valenciano quedará en un grupo mixto en el que no se respetará la «libertad educativa» de ninguna de las familias. Para Escola Valenciana, es un ataque. Una administración pública debe hacer políticas lingüísticas que favorezcan una lengua minorizada, y nos encontramos con una que hace justo lo contrario.
¿Cuál ha sido la respuesta a esta ley?
Cuando se aprobó, surgió un grupo llamado Famílies pel Valencià que ha organizado charlas con nosotros, con FAMPA València y con las universidades. Explicamos que elegir valenciano equivale a quedarte más o menos como estás ahora; en cambio, si eliges castellano, le quitas a tu hijo el derecho de aprender una lengua que le beneficiará a nivel de trabajo y que, además, le aportará la flexibilidad de crecer en un ambiente bilingüe, que te ayuda a aprender una tercera y una cuarta lengua. Como padre o madre, ¿cómo eliges que tu hijo no estudie valenciano sabiendo sus beneficios? Además, no dejará de aprender castellano.
En Cataluña tenemos un número relativamente pequeño de estudiantes de Filología Catalana, a pesar de que son profesionales con mucha demanda. ¿Pasa lo mismo en la Comunidad Valenciana?
Ahora, en la bolsa de interinidad de Filología Catalana puede entrar cualquier persona que tenga una titulación universitaria y un C1 de catalán. Y, si terminas bachillerato con una media de siete o más, automáticamente tienes reconocido el C1. Así pues, está llegando mucha gente de Periodismo, Bellas Artes, etc. Está muy bien porque tienen otra visión, pero es muy preocupante que tengan que sustituir a profesores de bachillerato porque su nivel de catalán no es suficiente para esos cursos. Escola Valenciana presentó un recurso administrativo para que se detuviera esta convalidación. La cuestión es que Compromís ha presentado un recurso al Tribunal Constitucional que ha sido aceptado: queríamos que, mientras ese recurso esté en marcha, no se expidieran títulos porque, si la ley es declarada inconstitucional, será un problema para mucha gente de cara a concursos y demás. Pero nuestro recurso fue a parar a la sala cuarta y no ha prosperado.
¿Cómo ve, en general, la salud del valenciano?
El último barómetro que tenemos es de 2022. Desde 2019, en tres años, el uso había bajado en un 7 %, más o menos, en algunas poblaciones valencianohablantes. Me preocupa muchísimo. Los catalanohablantes debemos cambiar de actitud: esta flexibilidad para cambiar al castellano enseguida que alguien pone cara de no entendernos... Debemos ser más activistas. Tenemos una lengua y una cultura propias, y es una marca de identidad que nos hace diferentes en un mundo globalizado. Es lo que me gusta transmitir al alumnado.
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