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En tiempos de COVID-19, a diario recibimos noticias sobre la saturación de los centros de atención primaria y los riesgos que ello conlleva tanto para los usuarios, como para los profesionales e incluso para la sostenibilidad del propio sistema público de salud. En este artículo describimos un estudio realizado antes de la pandemia pero que por sus características puede ser muy útil para la toma de decisiones en los tiempos actuales. En él nos referimos a las personas denominadas “sobreutilizadores” de los servicios de salud.

Dichos usuarios expresan mayoritariamente síntomas de ansiedad, quejas somáticas asociadas a sensaciones físicas, o cambios corporales. En muchos casos la demanda explicita es que el profesional sanitario reconozca su sufrimiento y les aporte seguridad y comprensión. Son loables los esfuerzos realizados por los profesionales de la medicina de familia y de la enfermería para paliar esta situación. Sin embargo, la atención primaria española se dota con recursos para un abordaje mayoritariamente de tipo farmacológico, descuidando la intervención psicoterapéutica. Ante esta situación, es previsible que los usuarios al no recibir una respuesta efectiva a sus malestares de origen no orgánico, emprendan por iniciativa propia una sobreutilización de los servicios de salud con el correspondiente riesgo de colapso del sistema sanitario.

Los resultados del estudio realizado en 13 equipos de Atención Primaria de la ciudad de Barcelona nos indican que los usuarios que sobreutilizan por iniciativa propia perciben un bajo apoyo social afectivo y poseen una mayor probabilidad de padecer depresión y/o ansiedad subclínica. Sin embargo, no se observan diferencias cuando se comparan con el grupo control respecto al estado civil, nivel educativo, ingresos mensuales, estatus laboral o apoyo social funcional. Integrando las conclusiones de este estudio con las presentadas en un estudio previo, podemos delinear un perfil de usuario que padece mayoritariamente distrés afectivo y lo canaliza a través de la red de salud pública. Los resultados sugieren incorporar una evaluación sistemática de los factores psicosociales, la sintomatología afectiva y los estilos de personalidad, junto con intervenciones psicoeducativas dirigidas al manejo de la angustia emocional y a prevenir la exacerbación de la sintomatología afectiva que, sostenida en el tiempo, puede sin duda conducir al desarrollo de psicopatología. 

Con la evidencia recogida en ambos estudios abogamos por la incorporación del profesional del ámbito de la psicología sanitaria al equipo interdisciplinar de atención primaria. Dicha incorporación, además de aportar beneficios al usuario y enriquecer al equipo, con toda probabilidad minoraría la presión sobre los profesionales médico-sanitarios, contribuyendo a una reducción de los tiempos de espera y de los gastos sanitarios y, a su vez, supondría un avance hacia un modelo de atención primaria compatible con la prevención cuaternaria que todos deseamos.