El racismo condiciona la vida de la comunidad migrante china, según un estudio del InCom-UAB
Según el estudio desarrollado en el Instituto de la Comunicación (InCom-UAB) «La comunidad china ante el discurso de odio durante la pandemia de la COVID-19» (ICI01521_00001/2021), financiado por el Instituto Catalán Internacional por la Paz (ICIP), la vida diaria de la comunidad migrante china está fuertemente condicionada por el racismo. Este colectivo tiene muy interiorizada la necesidad de evitar cualquier actividad en las redes sociales y cualquier comportamiento en general que puedan dar pie a sufrir actitudes racistas. La pandemia, además, favoreció la aparición de nuevas expresiones y actitudes racistas.
La comunidad migrante china está acostumbrada a sufrir microagresiones, es decir, manifestaciones verbales directas, conscientes y deliberadas, cuyo propósito es ofender. Los espacios públicos, especialmente los medios de transporte, son escenarios habituales. Pero también es necesario prestar atención a los puestos de trabajo, sobre todo a aquellos que implican el contacto con el público, y las escuelas. Una de las personas entrevistadas en el trabajo de campo justificaba que su hijo no era víctima de estos ataques diciendo esto: «No, porque tampoco parece demasiado chino de cara. Además, durante el virus no iba a la escuela ni salía de casa». En cuanto a la exposición al discurso de odio (en línea), los más jóvenes tienen mayor riesgo, pero, en realidad, la reacción más habitual es abandonar las redes cuando esto sucede.
Desde el punto de vista de la comunidad migrante china, la COVID-19 marcó un punto de inflexión, con la aparición de nuevas expresiones racistas que señalan a esta población como responsable de la aparición del virus y de nuevos comportamientos que favorecen actitudes racistas, como cuando, al inicio de la pandemia, el uso de la mascarilla era solo una práctica habitual para la comunidad china, conocedora de la grave situación que se acercaba por sus contactos familiares transnacionales. Según este estudio, no se ha producido un incremento de las agresiones, pero a la hora de interpretar este resultado también debe tenerse presente que ha sido una etapa marcada por los períodos de confinamiento y la llamada «distancia social».
Esta investigación también ha ayudado a comprobar de nuevo las dificultades que presenta estudiar el racismo. En el caso de la comunidad china, tiende a minimizar las microagresiones y tampoco le gusta asumir el papel de víctima. Se les hace difícil hablar sobre racismo, especialmente a las generaciones mayores.
El trabajo de campo se ha basado en veinte entrevistas presenciales y semiestructuradas llevadas a cabo durante el año 2022. La muestra recoge tres perfiles diferentes: migrantes de primera generación (flujos migratorios tradicionales procedentes de zonas rurales y urbanas), descendientes de migrantes (socializados en contextos transnacionales variados y nacidos en España) y estudiantes de doctorado, un grupo creciente en los últimos años.
El equipo investigador ha estado formado por Amparo Huertas, directora del InCom-UAB y coordinadora del proyecto; Luiz Peres-Neto, profesor del Área de Periodismo que ya había desarrollado junto a Huertas varios trabajos anteriores sobre migraciones y discurso de odio, y tres profesores del Área de Asia Oriental especialistas en la diáspora china: Joaquín Beltrán, Amelia Sáiz e Irene Masdeu.
La UAB, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible
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