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El mundo de hoy vive inevitablemente desconcertado y desorientado respecto a un determinado tipo de conflictos armados y actos de puro terrorismo, que evidencian los límites de las diplomacias e incluso de las actuaciones militares, para como mínimo frenar la expansión y el comportamiento brutal de algunos actores armados, como por ejemplo el Estado Islámico. Los medios de comunicación nos muestran diariamente atentados de gran impacto, a veces por ser selectivos, pero normalmente por ser precisamente indiscriminados, que afectan especialmente a la población civil. Se expande la sensación de que algo no estaremos haciendo bien cuando el terror prolifera por doquier, niños pequeños son entrenados para ser ejecutores, y el terrorismo resulta atractivo para un sector de la población, incluida la más cercana a nosotros.
 
Ese tipo de conflictividad criminal, hoy ciertamente descontrolada y de momento intratable, domina nuestro imaginario sobre lo que es la conflictividad armada en general, la más corriente en el planeta que, aun siendo brutal, tiene unas características diferenciadas a la mencionada anteriormente, de tal manera que, por difícil que sea, tiene posibilidades de ser gestionada, al menos a nivel de su caudal de violencia física. En otras palabras, la mayoría de los conflictos armados actuales pueden ser objeto de una negociación y pueden entrar en un proceso de paz que ponga fin al enfrentamiento armado. A grandes rasgos, y según datos de junio de 2015, dos de cada tres conflictos armados ya están en esta fase negociadora, lo que nos llena de esperanza y supone un reto enorme para lo que denominamos “diplomacias de paz”. Hay conflictos sobre los cuales todavía no tenemos respuesta, porque apenas alcanzamos a comprender. Pero la mayoría son tratables, y a medida que transcurren las décadas, hay más cantidad de conflictos que entran en una fase de negociación.
 
Este librito trata de dar algunas ideas sobre la necesaria tarea de manejar los conflictos armados para erradicar la violencia que llevan dentro de sí. Empieza con una mirada a la naturaleza de los conflictos armados contemporáneos, la complejidad de muchos de ellos y la consecuente dificultad de abordarlos para disminuir sus niveles de letalidad y destrucción, así como su enorme impacto humanitario. Va seguido de un capítulo con una reflexión sobre el momento mágico en que, a veces, los guerreros (este es un oficio dominado históricamente por hombres, quizás porque han asociado su virilidad al uso o amenaza de la fuerza) vislumbran un nuevo horizonte de convivencia sin tener que usar las armas. Sin esa visualización previa, es muy difícil que surja un proceso de paz con posibilidades de éxito. Por el contrario, si existe una real voluntad de trabajar lo indecible para frenar las espirales de violencia, existen suficientes experiencias para aprender a hacer las paces y transformar las sociedades para mejor. El tercer capítulo, basado en la experiencia, la observación y la reflexión del autor, apunta posibles diseños y arquitecturas para poner en marcha y mantener en pie un proceso de paz, en el que habrán de intervenir muchas personas o instituciones, jugando roles diferentes y complementarios, tema tratado en el capítulo cuarto, y haciendo también uso de la imaginación y de actos simples que, bajo la denominación de diplomacias alternativas, si son realizados con estrategia, potencian las habilidades más convencionales de la diplomacia tradicional. El libro termina con unos anexos que conllevan mensajes claros: la mayoría de los conflictos armados acaban resolviéndose en una mesa de negociación, la existencia de tribunales internacionales no es incompatible con conseguir acuerdos de salida política negociada, es recomendable acordar alto el fuego bilaterales para negociar; es habitual que, tras un acuerdo de paz, los grupos armados se conviertan en partidos políticos y se presenten a elecciones y, finalmente, es necesario no olvidar jamás que lo más difícil no es redactar un acuerdo de paz, sino cumplirlo.