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25/03/2020

Nuevas teorías alrededor de las cabezas cortadas íberas: las víctimas también eran mujeres

Article sobre caps enclavats de Puig Castellar
Los pueblos íberos (siglos VI-II a. C.) quemaban a sus difuntos. Por ello, los estudios de antropología física de sus restos son escasos y, como tal, de un gran valor. En este estudio dos investigadoras de la UAB y del MAC han realizado un análisis exhaustivo de los restos de cráneos clavados del yacimiento del Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet, conservados en el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC). Se hallaron a principios del siglo pasado, pero solo han sido estudiados muy sucintamente hasta ahora. El trabajo aporta nuevos resultados significativos para caracterizar las conocidas, gracias a las fuentes clásicas, poblaciones íberas. Además, el hecho que dos de los cráneos pertenezcan a mujeres y otro corresponda a un joven de solo 15 años, cuestiona la teoría que asigna las cabezas cortadas exclusivamente a guerreros vencidos en la batalla.

El año 1904 tuvieron lugar los primeros hallazgos de cabezas cortadas en El Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), un asentamiento íbero fortificado, que fue ocupado entre los siglos V e II a. C. La excavación del lugar, conocido popularmente como Cerro del Pollo, la llevó acabo Ferran de Sagarra i de Císcar (1853-1939), abogado, historiador y propietario de los terrenos, y significó el inicio de este tipo de descubrimientos en Cataluña, que han permitido conocer mejor las poblaciones indígenas del nordeste peninsular.

El conjunto, actualmente depositado en la sede central del Museo de Arqueología de Cataluña (MAC), en Barcelona, está formado por un cráneo entero con un clavo de hierro de más de 20 centímetros de largo, otro cráneo agujereado y fragmentos que el historiador asignó a 5 individuos. Las características y la ubicación de los restos y el conocimiento de los textos clásicos llevaron a Sagarra a afirmar que eran trofeos bélicos, evidencias de un ritual guerrero de las poblaciones celtas, que consistía en exponer públicamente cerca de la puerta del poblado las cabezas cortadas de los enemigos caídos en la batalla clavadas en una estaca. Sagarra fue pionero en utilizar este argumento, sustentado tiempo después por otros arqueólogos europeos.

Desde su descubrimiento, solo una mínima parte de estos restos se han dado a conocer brevemente y no fue hasta el año 2005 cuando se estudiaron exhaustivamente las características morfológicas del cráneo principal y se confirmó que era una mujer. Faltaba, pues, un estudio específico y exhaustivo del resto del conjunto, que han hecho ahora Eulàlia Subirà, de la UAB, y M. Carme Rovira, del MAC. Las investigadoras han llevado a cabo en este trabajo un estudio antropológico, que ha comprendido la descripción, determinación de edad y sexo y estudio patológico y de marcas. También han realizado la comparación con los restos del poblado íbero de Ullastret (Girona).

Los resultados amplían significativamente el número de individuos de 5 a 12: dos cráneos clavados con signos de manipulación y varios fragmentos craneales y mandibulares con evidencias de lesiones por arma blanca. Las cabezas de los individuos fueron manipuladas muy poco tiempo después de morir para poderlas clavar y evitar su rotura (separación de la cabeza del resto del cuerpo, levantamiento del cuero cabelludo, tratamiento previo de las partes blandas y el hueso, fijación de la cabeza y perforación). Este hecho denota los conocimientos anatómicos de quienes practicaron estas operaciones, que usaron utillaje particular, como pequeños elementos de sujeción y clavos más grandes que los usados en las construcciones de la época. 

Una de las principales diferencias halladas entre las poblaciones íberas de Puig Castellar y Ullastret es la mayor prevalencia de una forma leve de osteoporosis en la cavidad de los ojos (cribra orbitalia) entre el primer grupo, que podría asociarse a déficit nutricional o algún proceso infeccioso crónico.

La otra, tanto o más importante, es la mayor diversidad del grupo demográfico en el yacimiento de Santa Coloma, con individuos más jóvenes (hasta 15 años) y presencia femenina, que no está en Ullastret. Las dos mujeres identificadas eran adultas: una de ellas, el cráneo más conocido, tenía entre 30 y 40 años cuando murió. La otra, más joven, tenía entre 17 y 25.
 
El hecho de que entre las cabezas cortadas de Puig Castellar haya mujeres e individuos tan jóvenes y no haya ninguna mención en las fuentes clásicas sobre su presencia en la batalla lleva a las investigadoras a reformular la teoría generalizada hasta ahora que las cabezas cortadas de la Edad de Hierro eran trofeos del campo de batalla. Y apuntan que su presencia podría deberse a las razias propias de los íberos, un tipo de ataque rápido, violento y por sorpresa que practicaban entre comunidades para apropiarse de los bienes y posiblemente también de individuos. Las cabezas de las víctimas se habrían exhibido sin diferenciarlas por edad o sexo, como signo de valentía y orgullo por parte de los vencedores.

Eulàlia Subirà (1), M. Carme Rovira (2)
(1) Departamento de Biología Animal, Biologia Vegetal y Ecología
Universitat Autònoma de Barcelona

(2) Museo de Arqueología de Cataluña
 

Referencias

M. Eulàlia Subirà y M. Carme Rovira Hortalà. Las “cabezas cortadas” del poblado ibérico del Puig Castellar (Santa Coloma de Gramenet, Barcelona). Datos para una reinterpretación. Trabajos de Prehistoria 76, N.º 2, 2019. https://doi.org/10.3989/tp.2019.12238

 
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