En Estados Unidos la prescripción de opioides aumentó un 270% entre 2001 y 2012. Entre las razones por las que ha aumentado la prescripción de estos fármacos se encuentran la categorización del dolor como la quinta constante vital por la Asociación Médica Americana, la presión de la industria farmacéutica, el miedo a los efectos secundarios de los antiinflamatorios no esteroideos (sobre todo el sangrado digestivo y los efectos sobre el sistema cardiovascular), así como la noción, basada en una evidencia científica de calidad discutible, que si los opioides se utilizaban para mitigar el dolor no provocaban dependencia.
En España el consumo de opioides para el tratamiento del dolor ha aumentado de las 7,25 dosis diarias por 1000 habitantes y día en 2006 a 13,31 en 2016. En Cataluña, según el Área del Medicamento del Departamento de Salud, el consumo de opioides ha aumentado un 66%. Posiblemente estas cifras son una infraestimación, ya que no contemplan ni la atención hospitalaria ni la medicina privada.
Es importante señalar que en una encuesta realizada en cinco países europeos en personas de 12 a 49 años, España era líder en el consumo inapropiado de opioides sin receta médica, con una prevalencia en el último año del 6,8% y del 18.3% en alguna ocasión. Los opioides más consumidos sin receta médica eran el tramadol y la codeína.
Así, con la elevada esperanza de vida de nuestro medio que va paralela a una mayor prevalencia del dolor crónico no oncológico y con la mayor eficacia de los tratamientos oncológicos que mejoran la supervivencia de los pacientes con cáncer, se espera que el número de pacientes que potencialmente puedan recibir opioides aumente en los próximos años.
Entre las razones que se aducen para explicar que en España no se haya producido un aumento de las sobredosis y de la prevalencia del trastorno por uso de opioides en concordancia al aumento de prescripciones es el hecho de que la mayoría de prescripciones son en forma de parche transdérmico (lo que dificulta su mal uso), así como un mayor arraigo de los programas de minimización del daño (intercambio de jeringuillas, salas de venopunción supervisada, etc ...) y de los programas de tratamiento con metadona, buprenorfina y / o heroína, que produciría que el riesgo de sobredosis fuera menor.
De todos modos, hay que mantenerse alerta y por ello es importante que el problema se enfoque de manera sistemática y multidisciplinaria para evitar una situación de las proporciones epidémicas similar a la de América del norte.
D. Fuster, Muga R. (2018). The opioid crisis. Med Clin (Barc). 151(12), 469-510. May 17. pii: S0025-7753(18)30251-3. DOI: 10.1016/j.medcli.2018.04.011.