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02/2014

Estudio de los mayores que viven solos

Un estudio comparativo a nivel europeo a partir de los datos de los censos de 1991 y 2001 sobre las personas mayores no institucionalizadas y que no conviven con su pareja indica importantes diferencias entre los distintos países europeos: el porcentaje de la población estudiada que vive sola varía entre el 75% y el 40%. En general, a menor edad, mayor nivel educativo y mayor acceso a recursos económicos, mayor propensión a vivir solo. Se ha observado un aumento de las personas que viven solas que parece responder a un cambio cultural.

El proceso de envejecimiento de la población que está viviendo Europa y que, debido a las propias dinámicas demográficas, seguirá en aumento en los próximos años entraña desafíos sociales y económicos que lo han situado en el centro de las políticas europeas. Uno de los propósitos de estas políticas es aumentar la autonomía de la personas mayores y fomentar la vida independiente. Como consecuencia del aumento de la esperanza de vida se han alargado los años de vida en pareja, lo que facilita la independencia residencial de las personas mayores incluso cuando la salud de uno de los cónyuges empeora y requiere de cuidados. Sin embargo, los mayores que no conviven con su pareja, un grupo constituido principalmente por mujeres viudas, pueden tener problemas para mantener su independencia residencial. Por ello este estudio se centra en las personas mayores no institucionalizadas, con edades comprendidas entre 65 y 84 años, que no conviven con su pareja y se observa si viven solas o en compañía de otras personas, sean o no familiares.
 
Hemos llevado a cabo un estudio comparativo en el tiempo y el espacio aprovechando la información de los censos de 1991 y 2001, disponible para varios países europeos gracias a la labor de recopilación y armonización del Integrated Public Use Microdata Series (IPUMS). Esto nos ha permitido centrarnos en los siguientes aspectos: ¿Cuáles son las pautas de convivencia de las personas mayores que no conviven en pareja en Europa y dónde se sitúa España en este contexto?, ¿cómo ha cambiado la propensión a vivir solo en esos países entre 1991 y 2001?, y ¿de qué manera inciden las variables sociodemográficas en la propensión a vivir solo? Los datos se han analizado mediante técnicas de regresión logística que nos han permitido estandarizar, es decir, anular los efectos de la composición de la población por las variables consideradas y, a la vez, captar la influencia de dichas variables en el comportamiento residencial.
 
Las formas de convivencia de los mayores presentan sustanciales diferencias en los países europeos. Los porcentajes estandarizados de los países considerados así lo muestran. En los países del oeste (Francia y Suiza) el 75% de la población estudiada vive sola, en los del este (Hungría y Rumanía) se reduce al 60% y en los del sur es el más bajo: en Grecia y Portugal se sitúa alrededor del 50% y en España sólo alrededor del 40% de los mayores que no conviven con su pareja viven solos.
 
De manera general, a mayor edad menor es la probabilidad de vivir solo, posiblemente debido a que el aumento de la edad está asociado a la pérdida de la autonomía funcional que dificulta el mantenimiento de la independencia residencial. Los hombres tienen mayor probabilidad de vivir solos en todos los países observados salvo Francia, Suiza y España. El efecto del estado civil es diverso en cada país y no permite ver un patrón. Por el contrario, la influencia del nivel educativo es común a todos ellos, de manera que a mayor nivel de instrucción mayor es la propensión a vivir solo. Asimismo, disponer de recursos económicos, ya sean pensiones o renta por trabajo, favorece la vida en solitario.
 
Entre 1991 y 2001 se ha producido un aumento de la propensión a vivir solo en todos los países que parece responder a un cambio cultural más que a la variación en la estructura poblacional. La estructura demográfica (composición de la población por sexo, edad y estado civil) no modifica significativamente las proporciones observadas a nivel temporal o regional. Por otro lado, la estructura socioeconómica sí debe tenerse en cuenta y su influencia ha sido opuesta: la estructura por nivel educativo ha reducido la probabilidad de vivir solo mientras que la relación con la actividad tuvo un efecto positivo. Este aumento en la propensión a vivir solo no modifica las diferencias interregionales y se ha producido de manera general aunque presenta algunas particularidades. 
 
En especial, en España el incremento ha sido el más elevado y se ha concentrado entre las personas de mayor edad, de manera que para las generaciones que de 1991 a 2001 pasaron de los 70 a los 80 años se ha mantenido la proporción de los que viven solos, no se ha producido un descenso con la edad. Parte de este aumento se debe al mayor acceso a las pensiones entre los más mayores.
 
El estudio complementario de los datos de la Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe (SHARE) para el siguiente período, desde 2004/5 hasta 2010/1 hace posible la inclusión de países nórdicos al análisis comparativo, así como la de nuevas variables demográficas, de limitación funcional y de renta. Además de continuar el análisis espacial y temporal, el estudio que se está llevando a cabo actualmente permite observar los efectos de la crisis económica.

Pilar Zueras

Referencias

Zueras, P. y Miret Gamundi, P. Mayores que viven solos: una panorámica a partir de los censos de 1991 y 2001. Revista Española de Investigaciones Sociológicas (REIS) 144:139-152. 2013.

 
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