Agresiones contra los profesionales de la salud: ¿es posible otra respuesta?
La violencia no es un fenómeno que se reduzca a la consulta médica sino que se manifiesta en todo ámbito humano y, actualmente, con pujanza. ¿La respuesta del médico debe ser la misma que la que dan el resto de agentes sociales? Si se agrede a aquel al que se consulta por malestar del cuerpo, tal vez hay que considerar que algo de lo que se ha jugado en la agresión podría ser esencial en su relación.
Hasta ahora, las investigaciones en este ámbito se reducen a la contabilización de los casos y su descripción fenomenológica. Bajo esta forma de hacer, está la idea que se actúa de una manera objetiva, prescindiendo de la filosofía. Nada es más falso: como decía Foucault, el pensamiento médico está «comprometido en el estatuto filosófico del hombre». Es decir, no hay práctica médica sin una filosofía en su base.
Actualmente las agresiones se tratan como una anomalía, la Tesis sostiene que se les debe dar la categoría de acontecimiento. Sólo así se podrán desprender las preguntas que orientarán las soluciones: ¿cómo puede ser que el médico, antes tan respetado, hoy sea objeto de desprecio y agresiones?
Los médicos siempre han tenido mucho poder sobre los pacientes: desde el antiguo sacerdote que - por el misterio - podía imponer un modo de vida, hasta el médico científico que - por el conocimiento - ha cometido atrocidades como las investigaciones de la medicina nazi. La autoridad que da el poder sobre el cuerpo puede inclinarse al abuso con facilidad.
Al poder del médico se le ha tratado bajo la categoría del paternalismo. Es así que la medicina se plantea el problema moral de no influir en los sujetos que atiende. La respuesta ha sido el autonomismo como filosofía que exige de los profesionales transferir el poder de decisión al paciente. Pero una vez se le otorga el poder al paciente se hace patente que los pacientes tampoco se desenvuelven demasiado mejor que los profesionales. El premio Nobel de Medicina Rolf Zinkernagel afirmó que «el mayor problema sanitario es la estupidez humana» refiriéndose a los pacientes que no cumplen los tratamientos y todos aquellos humanos que atentan contra la propia salud.
Vemos pues que si el médico podía abusar, el paciente puede actuar estúpidamente. El psicoanálisis tiene un nombre para las dos posiciones personales - abuso y estupidez -: Freud lo llamó «pulsión de muerte» y Lacan, «goce». Con estos términos localizamos mejor la dificultad humana de gobernarse por la razón cuando intervienen los afectos más íntimos que ofuscan todo pensamiento - por ejemplo la vulnerabilidad en que la enfermedad sitúa el humano -. También permiten manejarlo mejor porque admiten un margen de misterio en el tratamiento del cuerpo humano que no reducen a algo puramente científico. El goce permite concebir que la autonomía completa no es posible para el humano, que sufre y por eso es vulnerable y dependiente del Otro.
La manera supuesta científica de hacer implica que lo humano se puede estudiar acogiéndose a leyes que lo expliquen de manera universal. Entonces, todo lo patológico o anormal se refiere a lo que se aleja de la línea media, es una excepción. Pero cuando empezamos a estudiar a cualquier humano concreto, siempre se convierte en una excepción. Nadie puede acogerse por completo al ideal normal. Para todos es obligada la desviación.
De hecho, ser humano siempre es una excepción. El análisis de los casos aportados muestra como el rechazo de esta excepcionalidad vuelve a la práctica cotidiana como agresión contra el profesional.
Referencias
Tesis doctoral. Una Crítica al principio de autonomía desde la perspectiva del psicoanálisis: el caso de la violencia contra los profesionales sanitarios. Araceli Teixidó Prevosti. Defendida en el programa de doctorado en Filosofía y Letras. Dirigida por los Drs. Àngel Puyol González i Antoni Vicens Lorente.