TCA y adicciones conductuales
Roser Granero, Isabel Baenas e Isabel Sánchez nos hablan de la investigación que llevan a cabo sobre programas de intervención en trastornos de la conducta alimentaria.

Roser Granero
Roser Granero Pérez es doctora en Psicología (Universitat Autònoma de Barcelona) y diplomada universitaria en Estadística. Además, ha realizado el máster en Diseño y Estadística en Ciencias del Comportamiento y el máster en Evaluación Psicopatológica Infantil y Juvenil.
Es profesora de Metodología de las Ciencias del Comportamiento del Departamento de Psicobiología y Metodología de la UAB desde el año 2001. Fue investigadora y profesora en el Laboratorio de Estadística y Metodología Aplicada y en la Unidad de Epidemiología y Diagnóstico de Psicopatología del Desarrollo, donde hizo aportaciones relevantes tanto en el ámbito metodológico como en el clínico. Actualmente, es investigadora del Grupo CIBERobn (Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición –dependiente del Instituto de Salud Carlos III, España–) y del Departamento de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona, España). Asimismo, ha publicado más de 250 artículos en revistas internacionales indexadas en el Journal Citation Reports (JCR).

Isabel Baenas
Breve nota

Isabel Sánchez
Breve nota
Vagón de la Ciencia, un proyecto de la Universitat Autònoma de Barcelona en colaboración con el Ministerio de Ciencia e Innovación, a través de la Convocatoria de ayudas para el fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación, y Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya.
Vagón de la Ciencia
Olga V.: Esto es Vagón de la Ciencia, el proyecto de la UAB dedicado a la divulgación científica. Esta primera edición consta de 19 capítulos sobre salud mental, y en este capítulo nos centraremos en la intervención en trastornos de la conducta alimentaria y adicciones conductuales sin sustancias. Para ello, nos acompaña Isabel Sánchez, doctora en Psicología Clínica y psicóloga responsable del Hospital de Día de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital de Bellvitge.
Hola, Isabel.
Isabel S.: Hola.
Olga V.: También nos acompaña Isabel Baenas, licenciada en Medicina y especialista en Psiquiatría en la Unidad de Adicciones Conductuales del Hospital Universitario de Bellvitge.
Hola, Isabel.
Isabel B: Hola.
Olga V.: Además contamos con la presencia de Roser Granero, doctora en Psicología y catedrática del Departamento de Psicobiología y Metodología de las Ciencias de la Salud de la Universitat Autònoma de Barcelona. Ambas son investigadoras del grupo de investigación Psiconeurobiología de los Trastornos de la Conducta Alimentaria y Conductas Adictivas.
Hola, Roser.
Roser G.: Hola, Olga.
Olga V.: Explicadme qué son los TCA, los trastornos de la conducta alimentaria.
Roser G.: Los TCA son un conjunto de trastornos mentales que, bajo una misma categoría o etiqueta, incluyen diferentes perfiles clínicos, como, por ejemplo, la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa o el trastorno por atracón. Si pensamos en un eje vertebrador para explicar qué tendrían en común estas enfermedades, podríamos hablar de alteraciones en la alimentación, en los hábitos de la alimentación. Se trata de alteraciones que afectan a nivel biológico, psicológico y también social. Esas alteraciones, al inicio, pueden ser de carácter leve, moderado, pero con el progreso y con el avance de la enfermedad, pueden convertirse en graves, y, por lo tanto, es fundamental que se identifiquen de forma precoz y se intervenga de manera segura.
Olga V.: ¿Cuáles son las adicciones conductuales sin sustancias?
Roser G.: Yo creo que todos, más o menos, tenemos claro qué son las adicciones con sustancias, son adicciones que se presentan frente a sustancias como la nicotina, el alcohol, las drogas ilegales o incluso los fármacos que no han sido prescritos de forma clínica, facultativa. Sin embargo, hay otros comportamientos que también pueden generar un patrón adictivo, se trata de conductas que los sujetos tienen un intenso deseo de realizar, sienten que son irresistibles y por las que pierden el control. Podríamos hablar de múltiples adicciones comportamentales, pero, si nos centramos en el grupo de edad más joven, encontramos, por ejemplo, la adicción a los videojuegos, la adicción a las nuevas tecnologías, la adicción a las redes sociales y también la adicción a los juegos de apuestas. En población de edad un poquito más avanzada, hablaríamos de otras formas de adicción, por ejemplo, la adicción a las compras, la adicción al sexo, la cleptomanía…
Olga V.: ¿Y ahora hay más prevalencia de estas enfermedades que hace unos años?
Roser G.: Efectivamente, los estudios epidemiológicos indican que, en sociedades desarrolladas como la nuestra y en países en vías de desarrollo, se dan unas características que hacen que todos los deseos y las adicciones de tipo comportamental crezcan en prevalencia. Yo diría que las prevalencias crecen incluso de forma peligrosa. ¿Qué está pasando? Probablemente que, en estas sociedades, ciertos comportamientos, que en otras épocas, en otras culturas, podrían considerarse poco saludables, nosotros los acabamos normalizando.
Olga V.: En los últimos cincuenta años ha aumentado la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria. En el mundo, uno de cada cinco jóvenes podría padecer un TCA. En 2023, la etiqueta #pérdidadepeso recibió más de diez millones de visitas en TikTok, red en la que el 44 % de los vídeos sobre alimentación que se cuelgan están relacionados con la pérdida de peso. ¿Existe alguna etapa vital en la que tengan más presencia los trastornos de la conducta alimentaria?
Roser G.: Sí, sin lugar a duda, la juventud. Los jóvenes son un grupo de alta vulnerabilidad para muchas cuestiones que tienen que ver con la salud mental. Actualmente, estamos viendo que, para muchas condiciones clínicas, las prevalencias se han incrementado de forma considerable. Debemos pensar que la etapa que transcurre entre la adolescencia y la vida adulta es un momento en el que se producen muchos cambios, cambios que son muy relevantes en muchos ámbitos: a nivel biológico hay un desarrollo hormonal importante, hay un desarrollo que incluso afecta e influye en la forma en que funciona nuestro cerebro, pero también a nivel psicológico (la búsqueda de la propia identidad, la individualización de los sujetos) y a nivel social (la necesidad de pertenecer al grupo de iguales). ¿Qué puede pasar? Pues que estos cambios se pueden producir de forma asincrónica en los sujetos y en algunos pueden presentarse dificultades para afrontarlos.
Olga V.: ¿Ahora hablabas de una etapa vital, pero se saben en concreto los motivos que causan los TCA?
Roser G.: Las causas son múltiples. Nosotros trabajamos desde un modelo biopsicosocial en el que entendemos que actúan como factores predisponentes los que están en la base, que están sembrando el campo de múltiples factores: factores de tipo sociocultural (por ejemplo, para los TCA, es importantísimo la cultura de la delgadez, es importantísimo el ideal de belleza eterna), factores individuales (como la baja autoestima, un exceso de perfeccionismo), factores de tipo familiar (la sobreprotección, pero también la falta de normas), factores de tipo biológico (una cierta vulnerabilidad biológica), etc. Después hay otro conjunto de factores que actúan como factores de tipo desencadenante, lo que diríamos que es el gatillo, la lanza. Aquí encontraríamos, por ejemplo, los estresores que se pueden vivir: las primeras experiencias sexuales (podrían ser un factor importante para una mujer), las situaciones típicas del ciclo vital (por ejemplo, las separaciones que se puedan producir en el ámbito familiar), dietas sin el control de un nutricionista, de un experto… Y después hay otro tipo de factores que contribuyen a que una vez que empiezan los primeros síntomas estos puedan progresar y se cronifiquen.
Olga V.: Y más allá de las consecuencias en la salud, ¿cómo impactan los TCA en la vida de las personas que los sufren?
Isabel S.: Más allá de los aspectos somáticos u orgánicos, realmente se trata de trastornos mentales muy complejos, por lo que interfieren en la vida mental de la persona. Esto significa que la persona, normalmente, está centrada de forma continua en su preocupación por la alimentación, por el peso, también por su imagen corporal, y eso hace que pierda el interés en otros aspectos sociales, pierda también la creatividad, la concentración... En general, se produce una interferencia en toda su vida.
Olga V.: ¿A partir de qué momento deberían saltar las alarmas?
Isabel S.: Deberíamos tener algunas señales muy claras. En primer lugar, si observamos cambios repentinos de peso (tanto si hay un aumento como si hay una bajada de peso importante) o una preocupación excesiva por la alimentación, el peso y la imagen corporal, y eso se ve reflejado en unos patrones desestructurados de alimentación, es decir, si se ve que la persona no come o come mucho o utiliza algunas conductas compensatorias, como la purga o el ejercicio físico intenso.
Olga V.: Hay conductas que pueden generar adicción sin que haya ingesta de sustancias, me refiero a un tipo de adicción que no supone la dependencia de drogas clásicas, como el alcohol, el tabaco o las drogas sintéticas. Me gustaría saber si estas adicciones son relativamente nuevas, porque antes habéis hablado, sobre todo, de conexión: pantallas, plataformas, videojuegos...
Isabel B.: Bien, Olga, como ya comentaba la doctora Granero, hay diferentes adicciones sin sustancias, las denominadas adicciones comportamentales. Es cierto que entre ellas encontramos los videojuegos y posibles conductas adictivas relacionadas con el uso de las nuevas tecnologías o de las redes sociales, pero también encontramos otras, por ejemplo, las relacionadas con los juegos de apuestas. Actualmente, estamos viendo cómo perfiles relacionados con el juego en línea se están incrementando en frecuencia, pero ya se veía anteriormente, es el caso, por ejemplo, del juego offline relacionado con las máquinas recreativas con premio.
Olga V.: ¿Cómo son esas conductas y cómo se sienten esas personas cuando consumen aquello a lo que están enganchados o cuando no pueden hacerlo?
Isabel B.: Nosotros, a nivel clínico, identificamos, como también comentaba la doctora Sánchez, algunos síntomas que para nosotros son claves, como el hecho de que esa conducta se necesite realizar cada vez con mayor frecuencia o se invierta más tiempo o dinero, por ejemplo, en el caso del juego de apuesta, para conseguir esa misma excitabilidad inicial. También, como comentabas, cuando cesa la conducta, bien por imposición externa o porque hay un intento interno de controlar y de no repetir esa conducta, la persona suele experimentar un malestar que va más allá del malestar físico; es un malestar psicológico, con ansiedad, con irritabilidad, y existe una urgencia constante por volver a realizar esa conducta y, por supuesto, como apuntaban mis compañeras, una repercusión funcional, que es en lo que nos basamos para hablar también de la existencia de un trastorno.
Olga V.: Más allá de ese malestar, ¿qué otros síntomas psicológicos sufren?
Isabel B.: Como estamos hablando de procesos que son multidimensionales, donde influyen, como bien comentaba la doctora Granero, múltiples factores, cuando analizamos el perfil de las personas que nos consultan, analizamos, entre otros, procesos relacionados con la impulsividad y con la regulación de las emociones, como el estado anímico, el afecto de esas personas o cómo se enfrentan, por ejemplo, a los estresores de la vida diaria; todos estos factores, sumados también a otros sustratos biológicos, componen un poco el espectro de estos trastornos.
Olga V.: ¿Cuándo deberíamos empezar a sospechar que quizás sufren una adicción?
Isabel B.: Nosotros, como clínicos, hablamos de signos de alarma cuando vemos (sobre todo, centrándonos en la población juvenil) que, por ejemplo, hay una inmersión plena, como decíamos, es una inversión de tiempo sustancial en esa conducta, en la que, además, se generan conflictos familiares, porque el entorno intenta que esas personas retomen rutinas, obligaciones, actividades lúdicas que han dejado atrás para centrarse en la conducta de juego, y eso genera muchísimo conflicto y una pérdida, en casos extremos, del rendimiento académico, o pérdidas laborales, o incluso mentiras relacionadas para intentar mantener la conducta oculta al entorno. Tampoco podemos olvidar que en esas etapas puede haber un consumo de sustancias o los primeros inicios en el consumo de sustancias u otros estresores psicosociales que pueden influir en precipitar esas conductas.
Olga V.: Estamos hablando de los TCA, y ahora ya sabemos qué son las adicciones conductuales sin sustancias, qué les pasa a las personas que las sufren, cómo detectarlas... A partir de ahí, ¿qué es lo que hay que hacer?
Isabel S.: Respecto de los TCA, el tratamiento es principalmente psicológico, aunque trabajamos en equipos multidisciplinarios. Y se lleva a cabo desde un enfoque que llamamos terapia cognitivo-conductual. Esto implica que trabajamos tanto con las conductas alimentarias alteradas como con el procesamiento de creencias erróneas sobre lo que se piensa respecto de los alimentos, lo que se piensa respecto del aumento de peso y la valoración que se hace de la propia autoestima e imagen corporal. A partir de ahí, hay protocolos que están estandarizados en los subtipos diagnósticos, ya sea anorexia, bulimia, trastorno por atracón, los que no están especificados... También me gustaría mencionar que tenemos un tratamiento especial para los hombres, para los chicos, porque hay mucha estigmatización, ya que estas enfermedades son enfermedades de mujeres y no están vistas como enfermedades que también las pueden sufrir los hombres. Así que también tenemos un protocolo de tratamiento específico para ellos.
Olga V.: ¿Es imprescindible que quien sufre el trastorno o la adicción sea consciente de ello y tenga ganas de iniciar un tratamiento?
Isabel B.: Sí, efectivamente. Consideramos que tener conciencia del problema ayuda muchísimo, tanto a la hora de pedir ayuda, como también a la hora de adherirse al tratamiento. Muchas veces, en este fenómeno, ayuda muchísimo también la toma de conciencia y el conocimiento que pueda tener el entorno social y familiar de la persona y conocer el funcionamiento de los circuitos para poder pedir ayuda especializada cuando sea necesario.
Olga V.: Por lo tanto, es imprescindible que el entorno esté implicado también en este proceso.
Isabel B.: Sí. De hecho, en diferentes estudios se ha visto que la presencia del apoyo sociofamiliar condiciona también la evolución del tratamiento y es un factor que, sin duda, consideramos importante.
Roser G.: Exacto. De hecho, en nuestra unidad, además del tratamiento específico y del protocolo de atención de forma específica al paciente, llevamos a cabo sesiones en las que vienen los familiares. Son las personas que se encargan de forma más directa de la atención de los individuos cuando están fuera del contexto clínico. En el caso de adicciones comportamentales, hablamos incluso del coterapeuta, que es nuestra persona aliada que se encargará de ayudarnos y de hacer que nuestro paciente siga todas las guías que le iremos dando durante la semana y durante la progresión del plan de intervención.
Olga V.: Isabel Sánchez, Isabel Baenas y Roser Granero, muchas gracias por subir al Vagón de la Ciencia.
Roser G.: Muchas gracias por habernos invitado a esta interesantísima sesión.
Olga V.: Si queréis saber más, escuchad otro capítulo.
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