Salud mental
La salud mental es un estado de bienestar mental que nos permite hacer frente a los momentos de estrés a los que nos enfrentamos durante la vida y nos permite desarrollar todas nuestras habilidades, para poder aprender y trabajar adecuadamente, y contribuir a mejorar nuestra comunidad.
Según la OMS, la entendemos como la capacidad de adaptarse y gestionar los recursos propios relacionados con el estado físico, psicológico y social.
Para gozar de una salud mental óptima hay que mantener en equilibrio estos tres aspectos: bienestar psicológico (tener una buena autoestima y capacidad de regulación emocional), relaciones sociales (sentirnos respetados y valorados en los diferentes ámbitos de relación que tenemos; ya sea en el entorno social y/o familiar, laboral, formativo y de ocio) y salud física (mantener niveles adecuados de actividad física, una alimentación equilibrada y tiempo de descanso).
En función del grado de desequilibrio entre estos tres aspectos, puede aparecer el malestar psicológico, que se da cuando hay un desequilibrio en uno o varios aspectos, es leve y no compromete en exceso nuestra capacidad de adaptación. Cuando este desequilibrio es más acusado y nos empieza a superar el esfuerzo que tenemos que hacer para intentar restablecerlo, hablamos de sufrimiento psicológico. El trastorno mental aparece cuando el desequilibrio dificulta gravemente la gestión de los recursos propios.
El malestar emocional generado por las adversidades de la vida cotidiana no es un problema de salud mental ni requiere necesariamente un tratamiento psicológico o farmacológico. Las personas solemos experimentar tristeza cuando perdemos personas cercanas, miedo cuando percibimos situaciones peligrosas, frustración cuando rompemos con nuestra pareja o ansiedad ante un periodo de exámenes. Estas emociones negativas no constituyen propiamente trastornos mentales, sino reacciones a las vicisitudes de la vida cotidiana que deberemos aprender a afrontar. Eso no quiere decir que no podamos hacer nada; podemos hacer muchas cosas que nos aporten el apoyo necesario con la familia o amigos, incorporar cambios de hábitos en nuestra vida, rebajar el ritmo frenético en el que solemos estar o buscar espacios lúdicos.
Pero entonces ¿cómo puedo saber cuándo hay que buscar ayuda profesional? ¿Cómo saber si estoy triste o si tengo una depresión? ¿Si mi hijo es un culo de mal asiento o tiene trastorno de hiperactividad? ¿Si solo hago dieta porque siento cierta insatisfacción ante mi imagen en el espejo o tengo un trastorno de la conducta alimentaria?
Debemos tener claro que el malestar emocional y el sufrimiento forman parte de la vida, pero discernir si experimentamos malestar, sufrimiento o trastorno mental no siempre es fácil, ya que las líneas son borrosas y muy subjetivas. Podría decirse que el espacio que separa el malestar emocional, que conlleva dificultades adaptativas y reacciones de estrés, y los trastornos mentales propiamente dichos, que requieren un diagnóstico y un tratamiento adecuados es un espectro continuo. Nos puede ayudar pensar en el tipo de problema que tenemos, su intensidad, la duración y la frecuencia de los síntomas, pero, sobre todo, el grado de interferencia en nuestra vida cotidiana, y de vulnerabilidad personal y psicosocial que tengamos. Y, en caso de duda, debemos consultar siempre a un profesional, que nos ayudará a comprender, gestionar y superar de una manera u otra este padecimiento. Lo más importante es no callarse, compartirlo, hablar y pedir ayuda a nuestro entorno, ya que la salud mental la cuidamos entre todos.
La misma definición de salud mental ha generado a lo largo del tiempo controversias en el ámbito académico: se define de maneras diferentes en el ámbito biomédico, las ciencias sociales y la psicología. A menudo se ha descrito un determinado ideal o modelo normativo de cómo se debe estar bien.
Entender la salud en términos exclusivamente biológicos, como se hizo durante mucho tiempo, es un reduccionismo que dejaba de lado los contextos sociales y psicosociales que la producen. Para hablar de salud hay que tener en cuenta su organización social, desde los aspectos más ligados a la interacción social de la vida cotidiana hasta las dimensiones institucionales y estructurales de la salud mental en intersección con el cuerpo, tal y como se muestra en este Vagón de la Ciencia. La salud mental está determinada, pues, por la interacción compleja de factores de estrés y vulnerabilidad individuales, sociales y estructurales.
En la actualidad, el modelo de salud mental que genera más consenso es el que se presenta aquí, el de salud biopsicosocial, definido y avalado por la OMS.
Como os mostramos, la perspectiva biopsicosocial aplicada a la salud mental implica atender simultáneamente las dimensiones biológicas, psíquicas y sociales del sufrimiento humano, entendiendo que forman un sistema dinámico de interrelación continua entre cada uno de los ejes. Por ejemplo, el contexto social puede modificar la manera en la que se manifiestan algunos de nuestros genes, lo que contribuye a aumentar o a reducir el riesgo de sufrir determinadas alteraciones mentales.
Elementos como las relaciones de género, el sexismo en interrelación con desigualdades de clase social, etnia, capacidad, funciones orgánicas, aspecto corporal, edad, etc. caracterizan los contextos sociales y psicosociales, y generan fuentes de sufrimiento psíquico desigual.
Así pues, los problemas de salud mental responden muy pocas veces a situaciones de causa-efecto. Las causas son probablemente múltiples y las abordamos con más detalle en la audioguía dos.
Según la OMS, una de cada cuatro personas experimentamos o experimentaremos un problema de salud mental a lo largo de la vida. Aunque haya personas con mayor predisposición genética que otras, los factores ambientales pueden afectarnos de manera determinante en la aparición de trastornos mentales, por lo que todos estamos expuestos. Velar por la salud mental nos compete a todos.
Es fundamental entender que los problemas de salud mental forman parte de nuestra vida y son una circunstancia más de la persona que no anula el resto de sus capacidades. Y, lo que es más importante, debemos saber que los problemas de salud mental se pueden tratar para alcanzar la recuperación o hacer que quienes los experimentan tengan una mejor calidad de vida.