Trastornos de conducta
Beatriz Molinuevo, Rafael Torrubia y Anastasya Ivanova nos hablan de los trastornos de conducta en adolescentes.
Investigadores

Rafael Torrubia
Licenciado en Filosofía y Letras. Doctor en Filosofía y Letras (Sección de Psicología) por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Profesor titular (Área de Psiquiatría) del Departamento de Psiquiatría y de Medicina Legal (Facultad de Medicina de la UAB) desde 1987 e investigador del Instituto de Neurociencias de la UAB. Imparte docencia del grado en Medicina y Fisioterapia y ha sido codirector del posgrado en Neuropsicología y Neurología de la Conducta Forense y docente del máster en Neurociencias y de otros másteres y posgrados propios de la UAB. También colabora de manera regular con diferentes másteres oficiales y propios de otras universidades estatales. Es miembro de la Comisión de Doctorado del Departamento de Psiquiatría y de Medicina Legal, coordinador del grupo de investigación Laboratorio Humano de la UAB, miembro del grupo de investigación reconocido por la Generalitat de Catalunya (SGR 2017_1586) «Modelos animales y humanos en trastornos mentales», miembro de la Unidad Mixta de Neurociencia Traslacional INc-UAB / Taulí e investigador de la red temática estatal «El nudging aplicado a la mejora de la regulación: derecho y políticas públicas conductuales».
En 2005 fue galardonado con el Premio Pavlov por la Sociedad Catalana de Investigación y Terapia del Comportamiento. Ha participado como ponente invitado y ha formado parte del comité científico y/o del comité organizador en congresos y jornadas nacionales e internacionales. Participó en la conferencia fundacional de la Sociedad Internacional para el Estudio de las Diferencias Individuales (Londres, julio de 1983) y fue presidente de la Sociedad Catalana de Investigación y Terapia del Comportamiento (desde septiembre de 1987 hasta junio de 1991). Actualmente, es miembro de esta sociedad, de la Sociedad Científica para el Estudio de la Psicopatía, de la Sociedad Europea para el Estudio de los Trastornos de la Personalidad, de la Sociedad Española para el Estudio de los Trastornos de la Personalidad y de la Acadèmia de Ciències Mèdiques i de la Salut de Catalunya i de Balears.

Beatriz Molinuevo
Doctora por la UAB en Psiquiatría y máster en Psicología Clínica, Legal y Forense (Universidad Complutense de Madrid). Profesora de la Unidad de Psicología Médica de la Facultad de Medicina de la UAB. Actualmente, es profesora titular de los grados en Medicina, Enfermería, Fisioterapia y Criminología; miembro de la comisión académica del programa de doctorado en Psiquiatría; secretaria del Departamento de Psiquiatría y Medicina Legal y secretaria de la Unidad Docente de Ciencias Médicas Básicas. Ha participado en más de veinte publicaciones en revistas indexadas. Ha colaborado en la adaptación/validación de diversos instrumentos de evaluación psicológica (prácticas educativas parentales, rasgos de psicopatía, competencias comunicativas). Ha liderado actividades de innovación docente en el ámbito de la formación en competencias comunicativas del alumnado de Medicina y ha publicado un libro sobre la comunicación no verbal en la relación médico-paciente. Su línea investigadora principal se centra en el estudio de precursores cognitivos, emocionales y temperamentales de problemas de conducta y rasgos psicopáticos en diversos tipos de población infanto-juvenil (comunitaria, clínica y forense).

Anastasya Ivanova
Breve nota
Vagón de la Ciencia, un proyecto de la Universitat Autònoma de Barcelona en colaboración con el Ministerio de Ciencia e Innovación, a través de la Convocatoria de ayudas para el fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación, y Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya.
Vagón de la Ciencia
Olga V.: Esto es Vagón de la Ciencia, el proyecto de la UAB dedicado a la divulgación científica. Esta primera edición consta de 19 capítulos sobre salud mental, y en este capítulo nos centraremos en los trastornos de conducta. Para ello, nos acompaña Rafael Torrubia, doctor en Filosofía y Letras, profesor del Departamento de Psiquiatría y Medicina Legal, coordinador del grupo de investigación Laboratorio Humano e investigador del Instituto de Neurociencias de la Universitat Autònoma de Barcelona.
Hola, Rafael.
Rafael T.: Hola.
Olga V.: También nos acompaña Beatriz Molinuevo, doctora en Psiquiatría y profesora del Departamento de Psiquiatría y Medicina Legal y también investigadora del Instituto de Neurociencias de la Universitat Autònoma de Barcelona.
Hola, Beatriz.
Beatriz M.: Hola.
Olga V.: Además, contamos con la presencia de una tercera invitada, se trata de Anastasiya Ivanova, profesora del Departamento de Psiquiatría y Medicina Legal e investigadora del Instituto de Neurociencias y miembro del grupo de investigación Laboratorio Humano de la Universitat Autònoma de Barcelona.
Hola, Anastasiya.
Anastasiya: Hola.
Olga V.: Rafael, ¿cuáles son las principales líneas de investigación que lleváis a cabo en el Laboratorio Humano?
Rafael T.: A nosotros nos interesa el estudio de las bases biológicas, de las trayectorias evolutivas y de los procesos psicológicos básicos relacionados con los problemas de conducta, la conducta agresiva y otros trastornos relacionados con estas conductas, o también las conductas prosociales.
Olga V.: ¿Cuáles son los trastornos de conducta más habituales?
Rafael T.: Los trastornos de conducta más habituales son el trastorno negativista desafiante y el trastorno de conducta propiamente dicho.
Olga V.: ¿Cuál es la prevalencia del trastorno de conducta en niños y adolescentes? ¿Cuándo se considera que hay un trastorno de conducta? ¿Es suficiente que las criaturas no se ajusten al comportamiento que se espera? ¿O eso serían problemas o conductas puntuales? Rafael, ¿cuándo deberíamos considerar que hay un trastorno de conducta?
Rafael T.: Un trastorno de conducta es un diagnóstico clínico que implica la presencia de diferentes tipos de problemáticas, que tienen en común causar malestar en la persona y en su entorno. Así pues, dentro de este conjunto al que llamamos problemas de conducta, tenemos el trastorno negativista desafiante y el trastorno de conducta propiamente dicho. ¿Cuándo consideramos que hay trastorno de conducta? Pues cuando se comprueba que aquel chico o aquella chica, después de haber seguido una evaluación exhaustiva, cumple criterios para este tipo de trastorno. Los criterios son amplios y complejos, y la evaluación también es compleja.
Olga V.: ¿Cuál es su prevalencia? ¿Se sabe?
Rafael T.: La prevalencia depende de la fuente de información que utilicemos. Una cosa es coger muestra clínica y otra, coger muestra de la comunidad, muestra comunitaria, etc. Dependiendo de esto, por ejemplo, en cuanto al trastorno negativista desafiante, tendríamos que, entre los 2 y 5 años, respecto a la prevalencia en la población general, los estudios nos dicen que estaríamos entre un 6 y un 13 % de casos. Pero si vamos a edades comprendidas entre los 4 y 17 años, esta prevalencia se situaría en torno al 3,3 %. Si lo que consideramos es la presencia del trastorno negativista a lo largo de toda la vida, veríamos que, aproximadamente, un 10 % de las personas han padecido un trastorno negativista desafiante en algún momento de la vida. En cuanto al trastorno de conducta, también, como siempre, hay una gran variabilidad en función de la fuente de información, en función de la persona que está evaluando, etc. Encontraríamos que, en la infancia, estas prevalencias estarían entre un 1,8 y un 16 % en población masculina y entre un 0,8 y un 9,2 % en población femenina (más o menos, la mitad). En general, en cuanto a los trastornos de conducta específicamente, la prevalencia es claramente más alta en chicos que en chicas.
Olga V.: ¿Se sabe por qué?
Rafael T.: Influyen muchos factores. Probablemente hay algunos aspectos que tienen que ver con la biología y otros relacionados con la cultura: es una mezcla de factores culturales y biológicos.
Olga V.: ¿Estos problemas de conducta son más habituales en algún momento vital concreto?
Rafael T.: Sí, obviamente. La etapa de la vida en la que es más frecuente encontrar problemas de conducta es la infancia y la adolescencia. Debemos decir que, normalmente, empiezan antes los trastornos negativistas desafiantes: tendríamos una edad de inicio promedio de 5 años, 5 años y medio. Y, entonces, más adelante, hacia los 9-10 años, tendríamos el inicio de los posibles trastornos de conducta. Pero luego, hay una prevalencia más alta de estos trastornos en la adolescencia.
Olga V.: Beatriz, los no profesionales, las familias, antes de tener el diagnóstico del profesional, ¿cómo pueden saber si lo que le pasa a su hijo es un trastorno de conducta o en realidad es que es muy travieso, o tiene cierta tendencia a poner a prueba los límites?
Beatriz M.: Es una pregunta interesante. Si la familia tiene dudas es importante que consulte a un profesional. Hay conductas que son propias del ser humano, pero a medida que vamos evolucionando, vamos madurando, intervienen otras personas, otros adultos que nos ayudan a socializar, y estas conductas van variando. Si vemos que hay un clima intenso en la familia, si hay dudas en algún entorno de la vida del niño o de la niña, es importante consultar a un profesional para poder hacer un seguimiento de los comportamientos. Si hay intensidades, hay persistencias, la familia no entiende lo que está pasando o no sabe cómo responder, es importante hacer una consulta.
Olga V.: ¿Los problemas de conducta perduran en el tiempo?
Beatriz M.: Los problemas de conducta pueden perdurar en el tiempo. Es decir, no podemos tratar igual a los niños y a las niñas que presentan problemáticas de conducta, porque son diferentes. Hay niños y niñas que pueden evolucionar bien a lo largo del tiempo, con o sin intervención, y, evidentemente, hay un porcentaje de niñas y niños en que los problemas sí perduran a lo largo del tiempo, y, además, esto los pone en situación de riesgo de expresar problemas también después, en la edad adulta, problemas de personalidad, que puedan derivar en trastorno antisocial de la personalidad, presentar psicopatía u otros tipos de problemáticas psiquiátricas.
Olga V.: ¿Cómo afecta el trastorno de la conducta a la persona que lo padece, sin pensar en cuando se haga adulta, sino en la infancia y la adolescencia? Y también ¿cómo afecta a su entorno?
Beatriz M.: En su entorno, afecta a los iguales, a la familia, y puede afectar en el ámbito escolar, a las personas de referencia. En cuanto a la persona, debemos entender que hay varios tipos de niños y niñas, a algunos les puede afectar porque su perfil se caracteriza por tener más problemas de regulación emocional, y eso también afecta a la manera de funcionar en su ambiente y les genera malestar propio. Y hay otros perfiles que pueden tener determinadas características que los hacen menos sensibles y, por lo tanto, no presentan malestar propio, pero sí una interferencia en áreas importantes de la vida: familiar, social...
Olga V.: ¿Puede tener otras implicaciones sociales o económicas?
Beatriz M.: Sí. Como decíamos antes, es importante situarnos en la etapa temprana de las criaturas. Por lo tanto, debemos imaginar que, si empiezan a aparecer estos comportamientos de manera más persistente, más intensa, hay riesgo de que, por ejemplo, vayan cambiando de escuela, haya aislamiento social, puedan ser excluidas de determinadas actividades extraescolares... En definitiva, que, de alguna manera, no puedan hacer la vida habitual y esperable en niños de la misma edad. Y en cuanto al aspecto económico, debemos pensar también en los recursos necesarios para intervenir, que se pueden dar desde las instituciones o que la familia necesita para poder abordar desde una edad temprana esta problemática.
Olga V.: Cada vez hay más familias que presentan dificultades para gestionar el comportamiento de sus hijos. ¿Quizás tiene algo que ver la sociedad de la inmediatez, que nos empuja hacia el individualismo y la poca tolerancia a la frustración? ¿Los problemas de conducta tienen fundamentos neurobiológicos y neuropsicológicos? Explícanos qué pasa en nuestro cerebro, Beatriz.
Beatriz M.: Es importante tener en cuenta que esta problemática tiene asociada una serie de correlatos biológicos y que es importante tener en cuenta también la genética. No hay que perder de vista que puede haber una vulnerabilidad genética, pero hay que tener en cuenta también la interacción con el ambiente, porque esta epigenética puede realmente explicar qué está pasando en el niño o en la niña. En cuanto al funcionamiento del cerebro, sí, hay determinadas áreas, concretamente en el córtex prefrontal, que se desarrollan más tarde, hacia finales de la adolescencia. Son unas áreas relacionadas con la planificación, con el control de los impulsos, de las emociones, diversos estudios indican que puede haber alguna afectación en esta zona, y también hay otra que está más relacionada con el centro de las emociones, concretamente con la amígdala, en la que se produce una alteración del funcionamiento que puede ayudar a entender esta dificultad de gestión emocional y conductual.
Olga V.: ¿Cuáles son las herramientas que existen para llevar a cabo el diagnóstico? ¿Cómo se determina que alguien sufre un trastorno de conducta?
Beatriz M.: Es importante tener en cuenta que contamos con una serie de orientaciones o criterios diagnósticos internacionales, porque es fundamental tener un lenguaje común entre profesionales y familias que deben tratar y trabajar con estos niños y niñas. Además, es importante tener en cuenta que la metodología es diversa, porque tenemos entrevistas, cuestionarios, pruebas... Es importante que la evaluación sea diversa y que se tengan en cuenta diversas fuentes de información.
Olga V.: Anastasiya, ¿es posible prevenir estos trastornos de conducta?
Anastasiya I.: Sí, y, en este sentido, es muy importante actuar a muchos niveles: antes del nacimiento, en el periodo perinatal y durante toda la infancia y la adolescencia. La prevención es muy importante, precisamente, para evitar la aparición, la cronificación y, por tanto, graves consecuencias personales, familiares y sociales. Hay niños que viven adversidades en etapas cruciales del desarrollo y que están realmente en situación de riesgo. Por ello, es importante que haya prevención, con el fin de compensar estos factores de riesgo. Por ejemplo, parece que se puede generar un círculo vicioso entre los problemas de conducta y las prácticas parentales: los niños con rasgos temperamentales o de personalidad de riesgo podrían ser un reto para sus cuidadores y se pondrían en marcha algunas prácticas parentales como el castigo físico, la inconsistencia en la disciplina o el escaso monitoreo o supervisión; estas prácticas, a su vez, podrían empeorar todos estos problemas de conducta.
Olga V.: Ahora hacías referencia a la prevención. ¿Serían necesarias estrategias de promoción de la salud y de prevención?
Anastasiya I.: Sí, claro. Eso, precisamente, sería el futuro, como comentaba. Es tan importante evitar los factores de riesgo como también promover la adquisición de hábitos de vida saludables. En este sentido, la investigación nos ha enseñado que diversos programas de prevención pueden ser eficaces. Por ejemplo, hay programas de prevención dirigidos a los factores de riesgo que provienen de la familia. Podrían ser programas educativos para padres y madres, que se basan en apoyarlos, desde antes del nacimiento de la criatura, sobre hábitos de vida saludable (hábitos alimentarios, hábitos higiénicos, evitación del consumo de sustancias, etc.). También hay entrenamientos para padres: se enseñan ciertas pautas para controlar y regular un poco el comportamiento de los niños. Asimismo, hay otros programas que enseñan a los niños y a las niñas a mejorar sus habilidades sociales, a resolver situaciones conflictivas, por ejemplo, sin agresión. Todos estos programas pueden ser bastante importantes como prevención.
Olga V.: Una vez hecho el diagnóstico, ¿qué tipo de acompañamiento necesitan? ¿Psicológico, farmacológico...?
Anastasiya I.: En general, los tratamientos deberían ser psicológicos multimodales. Los programas multimodales suelen ser más efectivos que las intervenciones basadas en una única modalidad. Normalmente, estos tratamientos son personalizados, es decir, se adoptan los tipos de tratamiento más adecuados en función de las características y las necesidades de los niños. Se recomienda que los tratamientos se apliquen en casa, en la escuela y en la comunidad. Precisamente por eso se incluyen intervenciones con las familias, con los jóvenes, con los iguales..., y en la escuela. También, en caso necesario, se podría integrar el tratamiento de problemas comórbidos, como, por ejemplo, la ansiedad o el TDAH (que suelen ser comórbidos con los problemas de conducta).
Olga V.: Rafael Torrubia, Beatriz Molinuevo y Anastasiya Ivanova, muchas gracias por haber subido al Vagón de la Ciencia.
Rafael T., Beatriz M. y Anastasiya I.: Muchas gracias.
Olga V.: Si queréis saber más, escuchad otro capítulo.
Información complementaria
