Ecosistemas de montaña
Investigador

Bernat Claramunt
Soc doctor, investigador al CREAF i professor d'Ecologia al Departament de Biologia de Plantes, Biologia Animal i Ecologia de la Universitat Autònoma de Barcelona.
Durant la meva carrera científica, he treballat en diversos àmbits de l'ecologia forestal i animal, en sistemes àrids i semiàrids arreu del món, i en comunitats de muntanya, on he centrat les meves activitats durant l'última dècada, liderant i participant en projectes relacionats amb els efectes que el canvi global pot tenir sobre les comunitats naturals de muntanya i com els éssers humans els afecten.
Actualment, la meva feina se centra en les estratègies per a un desenvolupament sostenible dels sistemes socioecològics de muntanya, prenent un enfocament holístic que inclou no només els components naturals d'una regió, sinó també el seu context social i econòmic. Vaig ser part del Comitè Científic de l'Observatori Pirinenc del Canvi Climàtic (OPCC, Acció per a la Biodiversitat) fins al 2014, i vaig ser membre actiu de la Xarxa de Defensa de la Recerca de Muntanya Europea de la Iniciativa de Recerca de Muntanya (MRI) fins al 2016. Actualment, sóc membre del Consell Assessor de l'Observatori Pirinenc del Canvi Climàtic (OPCC), membre de la Junta Directiva d'Euromontana, i membre fundador i coordinador de la Xarxa de Recerca de Muntanya Europea (NEMOR).
Podeu veure la producció científica de Bernat Claramunt al Portal de Recerca de la UAB
Olga V.: Esto es Vagón de la Ciencia, el proyecto de la Universitat Autònoma de Barcelona dedicado a la divulgación científica. En esta segunda edición, los protagonistas son los combustibles fósiles y, en este capítulo, descubriremos la relación entre el cambio climático y los ecosistemas de montaña. Para ello, nos acompaña Bernat Claramunt López. Hola, Bernat, bienvenido.
Bernat C.: Hola, gracias.
Olga V.: Bernat es doctor en Ecología, investigador en el CREAF y profesor de Ecología en el Departamento de Biología Vegetal, Biología Animal y Ecología de la UAB, y también coordinador de la Red Europea de Investigación en Montaña. Explícanos por qué son tan importantes las montañas.
Bernat C.: Para cada persona, las montañas son importantes por motivos diferentes. Por ejemplo, puede ser que te guste ir a la montaña para evadirte de la ciudad. Desde el punto de vista ambiental, las montañas ofrecen muchos servicios ecosistémicos. Hablar en estos términos quizás es un poco antropocéntrico, ya que nos centramos en qué beneficios obtenemos los humanos de la naturaleza, pero es una buena manera de entender la relación que tenemos con ella. En cuanto a los servicios ecosistémicos, las montañas nos ofrecen muchos.
Olga V.: Si hablamos de ecosistemas de montaña, ¿a partir de qué altitud nos situamos?
Bernat C.: Esa es una pregunta muy difícil, porque la respuesta depende de las percepciones de cada uno. Para las personas de Singapur, una montaña es un cerro de doscientos metros; para los holandeses, algo parecido; pero, si te vas a Nepal, las montañas son torres. No hay una definición estándar de montaña. Incluso entre los países europeos, hay diferentes definiciones de lo que se considera una zona de montaña.
Olga V.: ¿Desde cuándo se miden los efectos del cambio climático en la montaña?
Bernat C.: Específicamente, los efectos del cambio climático en la montaña se miden desde que se empezaron a registrar sobre los sistemas naturales. Hay observatorios en zonas de montaña que tienen datos desde hace muchos años, desde hace más de setenta u ochenta años. Instrumentalmente, quiero decir. Después, evidentemente, a partir de indicadores como los que se utilizan en los glaciares o los lagos, se puede ir muy atrás y hacer reconstrucciones climáticas en zonas de montaña. Instrumentalmente, sin embargo, solo hay datos desde los años cuarenta o cincuenta.
Olga V.: Del siglo XX.
Bernat C.: Sí.
Olga V.: ¿Qué se desprende de los datos que habéis recogido a lo largo de estos años?
Bernat C.: Respecto del cambio climático, la conclusión más importante es que el aumento de la temperatura es más elevado en las zonas de montaña que en los valles. De hecho, en muchas de las zonas de montaña ya se ha superado ese 1,5 famoso del que se habla y que no debería superarse.
Olga V.: Un indicador claro del cambio climático es el retroceso de los glaciares. El primer informe del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático alertaba en 2020 de que, en los últimos cincuenta años, el aumento medio de la temperatura en los Pirineos había sido de 1,2 grados. Y resulta que el aumento de las temperaturas es uno de los motivos clave de la reducción de los glaciares de los Pirineos. ¿Cuáles son las consecuencias más evidentes del cambio climático, si tuviéramos que quedarnos con unos titulares?
Bernat C.: La evidencia más clara es la disminución del grosor y la extensión de los glaciares. La gente de mi edad, o incluso la gente un poco más joven, y que acostumbra a ir al Pirineo ha visto que los glaciares permanentes cada vez son más pequeños. Es la evidencia más visual; no hay que medir nada: cada vez hay menos nieve en verano.
Olga V.: En una fotografía de hace treinta años, lo veríamos.
Bernat C.: Sí. Y eso pasa en los Pirineos, en las Montañas Rocosas, en los Alpes..., en todas partes. Es una evidencia muy clara del aumento medio de la temperatura. También hay muestras más científicas, como las adaptaciones diversas de las diferentes especies que viven en esas regiones.
Olga V.: La crisis climática es una realidad global. ¿Afecta de la misma manera a los ecosistemas montañosos de todo el mundo?
Bernat C.: Prácticamente a todos les afecta de la misma manera, y en las zonas montañosas más que en los valles, como he dicho antes, porque la temperatura ha aumentado más. Y eso se debe a un fenómeno que se llama compresión climática, según el cual, en altitud, las temperaturas aumentan en cuestión de metros de manera equivalente a como lo harían latitudinalmente en centenares de kilómetros si nos moviéramos hacia el norte. Como todo ocurre mucho más rápidamente, esta compresión climática hace que la temperatura suba más. También la topografía: todo el mundo sabe que las vertientes norte y sur de las montañas tienen vegetaciones diferentes, y las temperaturas aumentan más en las zonas de mayor insolación.
Olga V.: Hace un par de años, se hizo viral aquella imagen de excursionistas haciendo cola para alcanzar la cima del K-2, que, con 8.611 metros de altitud, es la montaña más alta del mundo después del Everest. Pero no hace falta ir tan lejos, porque la pandemia despertó el fervor de los catalanes por ir a la montaña (ese disfrute del que hablábamos al principio) y también hacíamos cola para subir a la Pica d'Estats. Aparte del cambio climático, ¿qué otros riesgos amenazan los ecosistemas montañosos?
Bernat C.: Claro, esa es otra cuestión. Cuando se habla de cambio global, se incluye el cambio climático y el cambio de los usos del suelo, es decir, el cambio de cómo los humanos utilizamos el territorio. Después de la COVID, ha habido ese tipo de fervor, como decías, de visitar las zonas de montaña o de huir de la ciudad: se puede entender de las dos maneras.
Olga V.: No se sabe.
Bernat C.: Esto tiene mucha relación con lo que comentaba antes de los servicios ecosistémicos, entendidos como la manera en que nos beneficiamos nosotros de la montaña. Esta no solo nos facilita agua, plantas medicinales, etc. Si pensamos en templos o santuarios religiosos, espirituales..., muchos están en zonas de montaña. Estas zonas ofrecen paz interior, o lo que sea que la gente busca. Y como cada vez hay más personas que viven en las ciudades, cada vez hay más personas que necesitan huir de ellas.
Olga V.: Esos son algunos ejemplos de actividad humana que impacta en el ecosistema. Pero la ausencia de presencia humana en otras zonas menos concurridas, los pueblos vaciados, el hecho de que haya menos ganadería de alta montaña..., todo ello ¿cómo condiciona? Porque debe pasar algo para que se produzca esa desaparición, para que nos vayamos diluyendo...
Bernat C.: En efecto. Respecto de nuestra presencia en las zonas de montaña, hay dos efectos, que se pueden contradecir, en cierto modo. Uno es la masificación de algunas regiones, sobre todo durante los fines de semana o los periodos de vacaciones, y el otro es el abandono de los pueblos pequeños por los habitantes que vivían permanentemente. Son dos cosas que están pasando al mismo tiempo. A pesar de la COVID, la gente que vivía en la ciudad y que ha decidido vivir en zonas de montaña, normalmente, no se ha ido a los pueblos pequeños o a las granjas en medio de la nada, se ha ido a las capitales de montaña: Puigcerdà, La Seu d'Urgell, Alp..., a zonas de los valles. Los núcleos de menos de tres mil, cuatro mil, cinco mil habitantes, dependiendo de la zona, están desapareciendo, y, si no cambian las cosas, se extinguirán.
Olga V.: ¿Es posible un desarrollo sostenible de las áreas montañosas? ¿Cómo sería un desarrollo adecuado?
Bernat C.: Esa es una pregunta muy difícil.
Olga V.: ¿Qué sería necesario?
Bernat C.: En teoría es posible. Habría que reforzar el sector primario; volver al sector secundario, que ha desaparecido prácticamente en todas las zonas de montaña, y quizás no depender tanto del sector terciario. Hay que valorar mucho más la agricultura y la ganadería locales, deben reforzarse. Se debe intentar que los productos se transformen localmente, que no sea necesario que la leche viaje kilómetros y kilómetros para hacer quesos; que pueda quedarse allí. Es necesario que haya núcleos industriales, no solo relacionados con el sector primario. Podría haber productos tecnológicos, en zonas de montaña, si hubiera una conexión buena con el aeropuerto o las estaciones de tren. Pero es necesaria una transformación importante, porque la gente lo que busca es la comodidad de las ciudades, a pesar de la pérdida de salud que representa vivir en ellas. Y también hace falta un cambio de paradigma, entiendo, sobre todo aquí, en nuestra casa, sobre lo que es el bienestar. Mucha gente entiende el bienestar como el acceso a todo, pero en otras zonas, por ejemplo, en los países nórdicos, cuando se habla de vivir en la montaña, piensan «¡oh, qué bien!»; se entiende el bienestar de otra manera. Aquí esto está cambiando, quizás, pero todavía se prioriza el acceso a todo antes que una calidad de vida diferente.
Olga V.: ¿Cómo impacta el cambio climático en los ecosistemas de montaña? Estamos hablando con Bernat Claramunt, doctor en Ecología y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona. ¿Cómo se traduce el aumento de la temperatura en el ecosistema de montaña?
Bernat C.: Para el ecosistema, entendido como las comunidades naturales dejando de lado a la humanidad, supone dos cambios, básicamente. Encontramos un cambio de la distribución altitudinal de las especies en general: si pueden, se van hacia altitudes más elevadas, porque las temperaturas son mejores. Y el otro cambio está en los ciclos de vida. El ejemplo claro son los polinizadores y las flores, no solo en los sistemas de montaña sino en todas partes. Las especies se adaptan, tienen un ciclo de vida que se alarga o se acorta, dependiendo de la especie. Estos son los cambios más importantes. Hay especies que pueden desplazarse y pueden adaptarse bien al cambio climático, y hay otras que no tanto.
Olga V.: Entonces, el cambio climático está transformando el paisaje y la vida salvaje.
Bernat C.: Mucho.
Olga V.: ¿Hay que alarmarse? ¿Es grave esta metamorfosis del sistema montañoso? ¿O es sencillamente un cambio?
Bernat C.: Es un cambio muy importante, y mucho más rápido que los cambios a los que las comunidades naturales estaban acostumbradas a adaptarse, y, por lo tanto, hay una pérdida clara de diversidad. Hay especies que no saldrán adelante, seguramente, y hay especies que sí. Para la especie que salga adelante, quizá sea un buen cambio; para la que no, no lo será. Lo que sí está claro es que hay una pérdida de biodiversidad, y sabemos que tener más diversidad tiene muchos beneficios para la resistencia de las comunidades a perturbaciones como, por ejemplo, incendios. Afirmar si el cambio es bueno o malo es muy difícil, porque depende de quién lo recibe, pero, en principio, una pérdida de diversidad, que es lo que se producirá, es mala.
Olga V.: Si cambia la realidad forestal de la montaña, ¿habría que adaptar la gestión que se hace de ella?
Bernat C.: Claro. Ese es otro tema que tiene mucha relación con lo que explicaba de los usos del territorio. Antes, los bosques estaban muy gestionados, teníamos un paisaje muy fragmentado, y ahora, como la madera se paga muy mal, los bosques están creciendo de manera natural. Entonces, el paisaje es mucho más homogéneo, porque no se aprovecha la madera, y algunas personas pueden decir que es mejor, porque es un paisaje más natural, pero otras dirán que es peor, ya que es más susceptible a los riesgos naturales, cada vez más importantes, como los incendios.
Olga V.: ¿Y a ti qué te parece?
Bernat C.: Depende (reconocerás a un ecólogo porque siempre contesta «depende»). Como estudioso de los sistemas naturales, me puede parecer tan bien una cosa como la otra. Para las especies forestales, es mejor, habrá más superficie forestal. Para la gestión, es mucho más complicado y, seguramente, para reducir riesgos para las personas y para los sistemas naturales, sería mejor hacer una gestión adaptada a las nuevas realidades. Hay que tener en cuenta un poco todo, también en relación con lo que decíamos antes: revalorizar el sector primario, que quiere decir revalorizar los productos que se pueden obtener de la montaña, que son muchos y de los que no obtenemos el beneficio que podríamos conseguir. Eso no quiere decir que tengamos que gestionarlo todo. Yo creo que hay zonas que se deberían dejar crecer libremente, pero otras deberían gestionarse mucho más y mucho mejor de lo que se está haciendo ahora, si hablamos de bosques y también de pastos.
Olga V.: ¿Harían falta decisiones políticas orientadas a regular tanto la biodiversidad como la gestión forestal?
Bernat C.: Es evidente. Se necesita una propuesta política valiente que revalore la ganadería intensiva, que facilite la gestión forestal y, además, que facilite la cadena de valor de los productos de montaña, ya sea revalorizándolos de manera especial o mediante subvenciones, que pueden ser una buena solución a medio plazo. Y también hace falta otra cosa, en la que la Generalitat sí está trabajando: políticas para mejorar mucho el acceso a la vivienda. Como la montaña está muy masificada turísticamente, la vivienda tiene unos precios muy elevados y las personas que quieren vivir allí no pueden, simplemente porque el alquiler es demasiado caro. No hay acceso a la vivienda y el poco que hay es muy caro. Por lo tanto, si las personas no pueden vivir allí, no podrán ser ganaderos, pastores, agricultores, simplemente porque no tendrán casa. En Cataluña este es uno de los retos número 1 para recuperar la actividad en las zonas de montaña.
Olga V.: Pues confiamos en que lleguen esas decisiones.
Bernat C.: Seguro que sí.
Olga V.: Bernat Claramunt, investigador en el CREAF y profesor de la Autònoma, muchísimas gracias por haber subido al Vagón de la Ciencia.
Bernat C.: De nada. Muchas gracias a vosotros.
Olga V.: Si queréis saber más, escuchad otro capítulo.
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