Interculturalidad
Por cultura entendemos los valores, los comportamientos y los objetos materiales que constituyen el estilo de vida que seguimos. La cultura tiene un gran impacto en la manera en que las personas mostramos, percibimos y experimentamos las emociones.
Todas las personas experimentamos un conjunto de emociones como la alegría, la tristeza, el miedo, la rabia, la sorpresa, el disgusto y el fastidio. No conocemos a ninguna persona que no sienta estas emociones, pero es cierto que una puede expresarlas de manera diferente. Esta diversidad en la forma de expresar las emociones puede generar, a veces, confusión. Ante una situación que nos genera mucha alegría podemos encontrar personas que la expresan con euforia (riendo, por ejemplo), mientras que otras lo hacen con lágrimas en los ojos. Cada cual tiene su propio estilo de expresar las emociones y eso es totalmente normal y válido. A veces nos puede sorprender que un amigo, ante la muerte de su madre, nos diga que quiere organizar una fiesta de despedida alegre. Esta respuesta aparentemente inusual puede ser fruto de varias razones. Algunas personas pueden optar por celebrar la vida de la persona que han perdido, recordando los momentos felices compartidos, como forma de afrontar la pérdida. Esto puede ser una manera de encontrar consuelo y curar el dolor en mitad de la tristeza.
La cultura influye en el ajuste emocional de los individuos y en la percepción de bienestar subjetivo que sentimos las personas ante las situaciones cotidianas o excepcionales. Así, aunque las personas partimos de las mismas emociones básicas, la cultura condiciona su expresión, las maneras de pensar y de hacer.
La cultura no solo afecta a las conductas adaptativas y normativas (qué sentimos ante una situación), sino que, además, puede influir en la manera en la que se forman y se explican algunos síntomas psicopatológicos. Los síntomas psicopatológicos, como la ansiedad, la depresión u otros trastornos mentales, pueden ser interpretados y explicados de manera diferente en diversas culturas.
Otro ejemplo: una misma emoción de tristeza se puede expresar en la cultura occidental como «estoy deprimido», mientras que en la cultura subsahariana se puede expresar con un «pienso mucho». Estas maneras diferentes de expresar las emociones tienen un impacto importante a la hora de interactuar con el otro.
Dentro de una cultura concreta también se pueden internalizar diferentes reglas en función del género, la clase, los antecedentes familiares u otros factores individuales. Un ejemplo que seguramente conoces: el llanto. En algunas culturas, esta expresión de la tristeza es más aceptable en las mujeres, porque existe una expectativa relacionada con el género, mientras que no está bien visto que un hombre llore y, aún menos, de forma dramática. ¿Te suena?
Si nos ponemos en la situación de una persona que expresa malestar o sufrimiento emocional, esto aplica tanto a la persona que pide ayuda como a los profesionales que la atienden.
Las personas explicamos la sintomatología bajo el prisma de nuestra cultura, y el profesional nos transmite información y diagnóstico bajo el prisma de la suya. De ahí la vital importancia de la alianza terapéutica, la confianza mutua, de hacer partícipes a los pacientes de la toma de decisiones, darles contexto y plantearles preguntas importantes que los hagan sentirse valorados en su narrativa, para que se adhiera al tratamiento adecuado.
En una sociedad en la que en todos los entornos y en todo momento personas de todas partes entramos en contacto con otras de culturas distintas, desde el barrio donde vivimos, los comercios, las escuelas o universidades a los entornos médicos, es fundamental entender cómo las ideas y las prácticas culturales dan forma a nuestras emociones para comunicarnos y funcionar eficazmente en las interacciones. Comprender cómo la cultura da forma a la vida emocional de las personas y qué impacto tiene la emoción en la salud psicológica y el bienestar en diferentes culturas no solo permitirá avanzar en el estudio del comportamiento humano, sino que también beneficiará a las sociedades multiculturales.
Los profesionales de la salud mental deben ser sensibles y respetuosos con las diversas perspectivas culturales para proporcionar un apoyo adecuado a los individuos de diferentes orígenes. La comprensión de cómo la cultura influye en la percepción y la interpretación de la salud mental es crucial para la atención integral y eficaz de las personas con trastornos psicológicos. Esto implica trabajar de manera colaborativa con los individuos y sus comunidades para comprender cómo la cultura puede influir en su experiencia y abordar las necesidades específicas de manera respetuosa e inclusiva.
Migración y salud mental
Los estudios nos muestran que el proceso migratorio es un factor de riesgo en sí mismo, por el malestar y sufrimiento emocional que provoca, y que, si a este proceso se añade la vulnerabilidad personal, social o familiar, esto puede favorecer la aparición de trastornos mentales. Pero no debemos perder de vista que las personas migradas conforman un grupo heterogéneo de individuos que deciden dejar su país de nacimiento para probar suerte en otro. La historia personal, las condiciones en las que se ha producido la migración, el proceso migratorio que han vivido, sus expectativas, sus capacidades personales, la posible red de apoyo, la posible presencia de psicopatologías previas, el grado de estrés y los mecanismos para hacer frente a lo que se verán expuestas acaban siendo variables que condicionan enormemente el resultado de su migración e influyen, de manera más o menos directa, en la posible aparición de sufrimiento emocional en el contexto del proceso migratorio.
¿Dirías que dejar tu país para buscar nuevas oportunidades para ti y tu familia puede afectar a la salud mental? ¿Has oído hablar del duelo migratorio?
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