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“Sólo la renta básica proporcionaría seguridad al precariado”

Guy Standing presentó su último libro en un ciclo de actos que le llevó a la Facultad de Derecho de la UAB. El sociólogo y economista británico defiende un cambio político profundo y la articulación de una renta básica incondicional para defender los derechos de una nueva clase social, el precariado.

19/12/2014

"Necesitamos colectivos que representen al precariado contra el Estado, que es su antagonista principal"

El sociólogo y economista británico Guy Standing realizó, los días 17 y 18 de diciembre, un pequeño ciclo de actos en Madrid y Barcelona para presentar su último libro, Precariado. Una carta de Derechos (Capitán Swing). En la Facultad de Derecho, en un acto organizado por el Instituto de Estudios del Trabajo (IET) de la UAB, departió con Eduardo Rojo, catedrático de derecho del trabajo, y de Antonio Martín, catedrático de sociología y director el IET.

En su libro, Standing hace un llamamiento a los diferentes grupos políticos a emprender reformas sociales que garanticen la seguridad financiera como un derecho teniendo en cuenta que el precariado (inmigrantes, jóvenes con formación, personas que han quedado fuera de la clase obrera tradicional...) no sólo sufre inseguridad laboral sino también una grave falta de derechos sociales y democráticos.

¿Considera el precariado una parte de la clase trabajadora?

No creo que las antiguas etiquetas sean apropiadas. Es mucho más importante diferenciar entre diferentes tipos de clases del capitalismo global: un sistema fragmentado en el que hay un número cada vez menor de personas asalariadas con seguridad laboral, pensiones, vacaciones pagadas y etc. El precariado está creciendo y está expuesto a muchas formas de inseguridad que son nuevas. Uno de sus problemas es la falta de identidad ocupacional.  El antiguo proletariado era explotado y oprimido en sus trabajos, de la hora de entrada a la hora de salida; hoy, el precariado se ve explotado todo el tiempo, de día y de noche. Reciben remuneración por un número de horas pero, fuera de ese periodo, tienen que emplear muchas horas en reciclarse, optar a trabajos nuevos, etc. Ésa es la principal diferencia entre los dos grupos.

¿Es posible recomponer la identidad unitaria de la clase trabajadora incluyendo al precariado?

Es discutible. Siempre ha habido una identidad común pero, hoy en día, poner a esos diferentes grupos en un concepto unificado no ayuda al análisis. El precariado tiene una conciencia diferente sobre lo que significa la libertad. Lo fascinante del crecimiento del precariado es que, aunque mucha gente experimenta inseguridad, ansiedad, anomia y alienación, a la vez, no sufren por una falsa conciencia porque no creen que sus trabajos vayan a ser la fuente de su satisfacción vital. Esto les proporciona distancia para asumir un enfoque, en cierto sentido, bohemio (no, utópico ni romántico). Pueden buscar un nuevo sentido de futuro y creer que podemos estar mejor, que podemos tener una mejor sociedad. Recuerdo ese grafiti en el muro de los indignados de Madrid que decía: “lo peor sería volver a la vieja normalidad”. Es un mensaje muy subversivo.

¿Qué papel deberían jugar los sindicatos en la defensa del precariado?

Los sindicatos están en una posición muy difícil. Siempre he apoyado el concepto de organización colectiva; el problema con los sindicatos laborales del siglo XX es que lucharon por la ocupación. Muchas formas de trabajo no son ocupación y son ignoradas por los sindicatos tradicionales y por los partidos socialdemócratas. Así pues, han perdido legitimidad a medida que el precariado se ha desarrollado. Creo que la antigua agenda de los sindicatos ha de cambiar profundamente a la luz del desarrollo del precariado. Llevará tiempo pero necesitamos cuerpos colectivos que nos representen contra el Estado, que es el antagonista principal del precariado. El precariado es, de hecho, una clase “peligrosa” porque rechaza las ideologías políticas convencionales del siglo XX. Pero eso no significa que sea populista, anárquico o algo por el estilo. Estamos en un periodo de cambios en el que nuevos movimientos como Podemos están luchando por una identidad, una agenda política. Espero que mi libro contribuya a ello ofreciendo un manifiesto o una carta de demandas desde el punto de vista del precariado.

¿Qué puede aportar una renta básica incondicional?

Significaría que cada persona tendría garantizada mensualmente una renta básica mínima que cubriera al menos las necesidades vitales. Según nuestras constituciones, los gobiernos deberían estar comprometidos en ese sentido; sin embargo, se alejan cada vez más y vemos crecer la desigualdad, la inseguridad y la precariedad. La renta básica es la única manera de proporcionar a la ciudadanía seguridad en un contexto globalizado. Es asequible, lo necesitamos para estimular la demanda económica interna, es éticamente justificable y tenemos algunos ejemplos (India, África, Canadá…) que demuestran que, cuando la gente tiene una renta básica, trabajan más y son más productivos, en contra de los prejuicios que vienen de la extrema izquierda y la extrema derecha. Si nos dan una renta básica, no nos volvemos perezosos. Las personas con las necesidades básicas cubiertas están preparadas para asumir riesgos y para ser más activos socialmente. Se dinamiza la actividad económica y, a la vez, nos da la oportunidad de tener más control sobre nuestro tiempo. Por eso presto tanta atención a la reconceptualización de lo que entendemos por trabajo.

¿Qué papel ha de jugar la formación universitaria en el desarrollo de los derechos del precariado?

Hay un artículo en la carta que dice que debemos modificar la educación. La élite puede aún acceder a una educación culturalmente enriquecedora (filosofía, historia, ideas…). Al precariado, le empujan cada vez más a una preparación laboral en la que no tiene acceso a las formas de desarrollo cultural de una verdadera y liberadora educación. Estamos llegando a una situación en la que cada vez más gente desconoce su propia historia y cultura. Eso les hace mucho menos capaces de entender la situación social a su alrededor y creen que pueden ser liderados por políticos con carisma y mensajes simples: populistas, neofascistas… Me temo que eso está pasando en Estados Unidos, en Reino Unido, en toda Europa y muchos otros países. Necesitamos restablecer el derecho de todo el mundo a una educación culturalmente enriquecedora.

Más información: Instituto de Estudios del Trabajo